domingo, 20 de abril de 2008

LOS MISTERIOS DEL HORNET

La Segunda Guerra Mundial provocó grandes necesidades en la organización armamentística estadounidense obligada a satisfacerlas eficaz y rápidamente. Fue así como los portaaviones de la clase Yorktown evolucionaron a la clase Essex, subdividida a su vez en dos clases, la Essex propiamente dicha y la Ticonderoga, diferenciada esta de la primera en cinco metros más de eslora y una pista de vuelo incrementada en 1,20 m.

De la clase Essex entraron en astilleros diez unidades siendo una de ellas el USS HORNET II (CV 12), —bautizado así en honor del HORNET (CV8), un portaaviones de la clase Yorktown, hundido poco antes en la Batalla de la Isla de Santa Cruz (Islas Salomón en el Pacífico), el 26 de octubre de 1942 después de haber participado brillantemente en la Batalla de Midway—. Fue puesto en las gradas de los astilleros de Newport News en Virginia el 3 de agosto de 1942. Fue botado el 29 de agosto de 1943 con una eslora de 265 mts. 28,4 m. de manga y un calado de 8,8 m. su desplazamiento era de 35.000 t. y alcanzaba una velocidad de 33 nudos gracias a ocho calderas Babcock & Wilcox que movían cuatro turborreactores Westinghouse, cada uno de ellos contenía dos turbinas, una de alta presión y otra de baja presión, de doble flujo, amén de disponer de retromarcha. Tenía una autonomía de 18.000 millas a una velocidad de 12 nudos.

Tenía el hangar completamente separado del casco para evitar daños en el casco bajo la línea de flotación en caso de algún tipo de accidente. Fue uno de los pocos portaaviones equipados con innovaciones como es el caso de la instalación de un ascensor central colocado en la amura de babor con dispositivos para dejar cerrado el acceso al hangar durante la navegación; también era uno de los pocos que aparte de las dos catapultas de proa para lanzar aparatos, disponía de una transversal en el hangar para el lanzamiento de aviones de reconocimiento mientras permanecía parado, aunque nunca se le encontró gran utilidad. Esto unido a medidas de todo tipo para optimizar al máximo el espacio y la eficacia convirtió a estos portaaviones en general y al HORNET II, en particular, en elementos de gran importancia para el ejército americano durante la Segunda Guerra Mundial. Es de destacar que no se perdió ninguna unidad en la contienda, lo cual resulta admirable teniendo en cuenta la gran cantidad de batallas en las que participaron. De hecho fueron varios los recompensados con numerosas condecoraciones por su destacado servicio durante las distintas batallas navales, concretamente el HORNET II fue condecorado en nueve ocasiones gracias al estimable trabajo de los tres mil cuatrocientos cincuenta hombres que componía su tripulación y que participaron en las campañas de Marianas, Palau, Leyte, Formosa, Indochina, Okinawa y Japón destruyendo un total de 1410 aviones enemigos.

Una vez acabada la Segunda Guerra Mundial el HORNET fue destinado a la detección de movimientos de la flota soviética y el seguimiento de los submarinos enemigos. Y ya en plena guerra con Vietnam fue enviado al sudeste asiático.

El 24 de julio de 1969 fue protagonista de un acontecimiento de importancia universal. Se hallaba a unas 869 mi. al sudeste de Hawai con el presidente de los Estados Unidos, Richar Nixon, a bordo. Tenía como misión recoger a Neil A. Armstrong, Edwin E. Aldrin, Jr. y Michael Collins, los pasajeros del Apolo XI, recibidos como héroes por haber sido los primeros seres humanos que pasearan por la superficie de La Luna. Algunos meses después repitió la operación con la cápsula del Apolo XII.

El 26 de junio de 1970 fue dado de baja oficialmente y se calcula que en sus años de servicio pudieron haber muerto unas trescientas personas a bordo. Una fundación se hizo cargo de su transformación en museo para lo que las obras comenzaron de inmediato.

Hoy se le puede visitar en la Bahía de San Francisco, en Oakland. Allí, en Alamaeda, por algo menos de 12 € puedes subir a bordo para visitarlo con absoluta libertad pues puedes renunciar al guía. Puedes ver los camarotes, el puente de mando, el hangar donde podrás admirar alguno de los 103 aviones que transportó en sus mejores tiempos. Puedes sacar fotografías y cuando las reveles, tal vez veas cosas que no percibiste durante tu visita. O tal vez sí…

Posiblemente sientas una súbita bajada de temperatura sin ninguna razón aparente, quizá notes corrientes de aire en estancias cerradas, acaso veas a miembros de la tripulación vestidos a la usanza de los años cuarenta donde no debería haber nadie, a lo mejor escucharás sonoros pasos sin dueño, o verás instrumentos que se encienden y se apagan sin un dedo que pulse botones, o seguramente te encuentres con una horda de mediums, espiritistas, esoteristas, cazafantasmas, clarividentes, psíquicos y parapsicólogos en general… porque no serías el primero en sentir que aunque aparentemente estás solo, no lo estás.

El caso es que desde el momento de su apertura como museo hace algunos años, varios son los testigos, alguno de ellos escéptico, de extraños fenómenos a los que no se ha podido dar una explicación lógica.

© Ramiro y Coral González.

FLACHAT

Desde los albores de la navegación hasta la actualidad muchos son los peligros que acechan a los buques cuando se hallan en alta mar, uno de ellos es el mal tiempo, ese conjunto de fenómenos meteorológicos que en muchas ocasiones no tienen una magnitud previsible, pudiendo ocasionar no sólo la pérdida de la nave, sino lo que es peor, la irreparable pérdida de vidas humanas. Una de estas dramáticas aventuras fue la que protagonizó, hace ya más de un siglo, el desdichado FLACHAT.

Fue construido en el año 1880 por encargo del armador británico J. M. Word & Company de Liverpool junto con sus hermanos el ABANA, —más tarde rebautizado como CHATELIER—, y el ALESANDRE BIXIO. El FLACHAT en un principio fue bautizado con el nombre de AKABA. Se trataba de un vapor mixto, es decir, velero de tres palos y motor, de 2.227 toneladas, 300 pies de eslora, 36 de manga y 25 de calado, con una velocidad media de 10 nudos.

En junio de 1880 fue adquirido por la Compagnie Générale Transatlantique (French Line, fundada en 1861, que presumía de los escasos ocho días de media que sus veleros tardaban desde Europa a Nueva York) la cual, de inmediato, lo destinó al servicio entre Europa (Marsella), las Antillas y Centroamérica a donde llegaba luciendo los colores emblemáticos de la Compañía, casco negro con superestructura blanca, y la chimenea de color rojo rematada con una franja negra.

En 1890 en FLACHAT sufrió una reparación en la que se le colocaron nuevas calderas. Seis años más tarde fue destinado a la línea Venezuela (La Guaira)-Colombia-Costa Rica con escala en Santa Cruz de Tenerife, llevando tanto carga como pasaje. En Tenerife sus agentes consignatarios eran Hardisson Herrmanos.

Ocho años después la tragedia se cebaría con él. Concretamente, la noche del 16 de febrero de 1898, hacia las veintitrés horas treinta minutos, en una de sus singladuras por aguas canarias, llevando a bordo cincuenta y un pasajeros y cincuenta miembros de la tripulación, a causa de un espeso banco de niebla (1), el FLACHAT se hunde a unas pocas millas de Santa Cruz de Tenerife frente a una zona conocida como Taganana, en la costa de la isla canaria de Tenerife, en medio de una mar embravecida, donde habitualmente el Atlántico suele arremeter furioso contra la tierra que le contempla. Debido a la nula visibilidad el buque chocó contra alguna de las múltiples bajas que caracterizan los fondos de ese litoral, y en cuanto la situación se tornó irreversible —las calderas empezaron a petardear—, el capitán Leroy ordenó lanzar las dos anclas y echar los botes salvavidas al agua. Concretamente, el bote de estribor pudo ser lanzado con mucha dificultad tras algunas horas de enérgico esfuerzo por parte de la tripulación. Una vez en el agua, un desgraciado golpe de mar ladeó peligrosamente la barca, cuando recuperó la posición, solo se encontraban a bordo dieciséis de los cincuenta pasajeros que habían embarcado. Del otro bote lanzado sobrevivieron únicamente ocho personas.

En cuanto en el puerto de Santa Cruz se tuvo noticia de la tragedia, zarpó hacia el lugar de los hechos un bote salvavidas acompañado por otras dos embarcaciones. Desafortunadamente, los tres se inundaron a causa de la marejada hundiéndose a escasa distancia del siniestro.
Hubo setenta y siete víctimas según algunas fuentes; de hecho, únicamente se salvaron dieciséis miembros de la tripulación y sólo ocho pasajeros. El torrero del faro de Anaga, D. Antonio López Balboa, había estado escuchando durante toda la noche la triste letanía de la bocina del FLACHAT en desesperada demanda de auxilio; en cuanto amaneció recorrió la costa en busca de supervivientes.

Un pastor de cabras que pasaba cerca de la costa poco después del naufragio, tropezó con una gran caja en la orilla; sospechando que pudiera contener algo de gran valor la abrió y en su interior encontró un Cristo de buen tamaño y de exquisita talla. Algo más allá apareció una preciosa Virgen de la Concepción. Como suele suceder las más de las veces, pronto este hallazgo se cubrió con una curiosa leyenda, entre los vecinos del lugar se extendió el rumor de que al ver que la caja no encerraba un tesoro en su interior, el cabrero le propinó una patada al Crucificado en una pierna, como castigo, sufrió una grave lesión en la suya. Pero es pura fábula, los descendientes del pastor que le conocieron han desmentido el rumor, jamás le vieron cojear.
Ambas tallas, procedentes de la escuela francesa, fueron llevadas a la bonita iglesia de las Nieves (2) en el pueblo de Taganana donde permanecen desde entonces, pudiendo ser contempladas en todo su esplendor. El año 2006 esta parroquia celebró el quinto centenario de su fundación y apertura al culto, y en cuya sacristía se puede admirar una maqueta del FLACHAT. Estas tallas fueron tan bien acogidas por los feligreses del pueblo que aparte de sentir gran veneración por ellas, cada Semana Santa, el Cristo del Naufragio, como cariñosamente se le conoce, es sacado en procesión por las pintorescas callejuelas del caserío, que se halla encajado entre las paredes de un abrupto barranco que la convierte en uno de los parajes más bellos de la isla de Tenerife.

No queremos terminar esta semblanza del FLACHAT sin expresar nuestro más sincero agradecimiento a don Vicente Espony, párroco, así como a doña Isabel Martín y a doña María Dolores Cabrera, vecinas de Taganana, por su valiosa información, amabilidad y simpatía.


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(1) Según consta en la Geografía médica de Santa Cruz de Tenerife -1909 (Francisco Feo Parrondo), p. 160, esta niebla fue producida por lo que se denominó entonces « lluvia de arena», que conocemos como polvo en suspensión o calima. También se cita que a primeras horas de la noche del naufragio del FLACHAT el viento, bonancible a esa hora, comenzó a arreciar llegando a duro hasta que “como a las cinco de la mañana cayeron grandes gotas durante muy poco tiempo, cediendo el tiempo poco a poco hasta bonancible durante el día y fijo del Este”.

(2) El 6 de octubre de 2006 se publicó en el Boletín Oficial de Canarias el Decreto 130/2006, de 26 de septiembre, por el que se declara Bien de Interés Cultural, con categoría de Monumento “La Iglesia de Nuestra Señora de Las Nieves de Taganana y los bienes muebles vinculados a la misma”, quedando incluidas las tallas del Cristo de Naufragio y de la Virgen de la Concepción.
                         ©Ramiro y Coral González.