Desde los inicios de la Navegación, viajar en un barco suponía un sinfín de incomodidades y fatigas, además de un componente importante de incertidumbre, lo que obligaba a emprender largos viajes por mar sólo por necesidades imperiosas e ineludibles. Las postrimerías del siglo XIX trajeron consigo los buques mixtos de vela y motor que principalmente se dedicaban al transporte de pasajeros entre Europa y América, es decir, los primeros trasatlánticos. La evolución constructiva de los vapores llevó a la especialización en buques exclusivamente para el transporte de personas. En un principio, y copiando la distribución de los veleros, los camarotes se ubicaron a popa, en el interior del casco, donde la vibración de la hélice hacía la estancia muy penosa, lo que obligó, en los nuevos diseños, a trasladarlos hacia el centro de la nave haciendo la travesía algo más grata. Tiempo más tarde, nuevos proyectos incorporaron salones sobre la cubierta; pero el gran cambio lo impulsaron los ingenieros navales alemanes, construyendo trasatlánticos con grandes superestructuras, donde fueron ubicados los camarotes y grandes salones aunando confort y lujo. El gran acierto obtenido ha llegado hasta nuestros días. Y las naciones constructoras de trasatlánticos comenzaron a diseñarlos de forma que su nacionalidad fuese fácilmente distinguible.
No tardaron los trasatlánticos en experimentar un auge extraordinario donde se viajaba tanto por necesidad como por placer, pero a finales de la década de los años sesenta del siglo XX, el desarrollo de las líneas aéreas, con su velocidad, acercó en tiempo los puntos geográficos más distantes provocando el declive de aquellos grandes barcos cuyas figuras eran tan familiares como atractivas en los puertos donde atracaban.
No fue fácil para las Compañías navieras la supervivencia durante la segunda mitad del siglo XX, en la que los otrora reyes de la mar, fueron sucumbiendo uno detrás del otro en los ignominiosos desguaces, sobreviviendo solo un reducido puñado de ellos, para satisfacer a aquellos acaudalados turistas ávidos de un modo diferente de emplear sus vacaciones.
Nada hacía presagiar que el nuevo milenio traería consigo, no solo un desarrollo económico para muchas familias nunca soñado, sino el resurgir de una atracción por recuperar el encanto de viajar apaciblemente por los mares, haciendo escala en diferentes ciudades de evocadores nombres.
No ajenos a esta nueva demanda, emblemáticas Compañías de Navegación se pusieron nuevamente manos a la obra y comenzaron a diseñar buques que complacieran estas nuevas necesidades, así, la Cunard Line, perteneciente desde 1984 a la Carnival Corporation de Miami, inauguró en enero de 2004 el QUEEN MARY 2, que con sus 345,03 metros de eslora máxima es el buque para cruceros más grande jamás construido e, inmediatamente, procedió a llevar a cabo otro ambicioso proyecto, el QUEEN VICTORIA, mandado a construir en los astilleros italianos Fincantieri de la factoría de Porto Marghera, cerca de Venecia, con la idea de conseguir un buque, en este caso el segundo mayor del mundo, que también fuese digno representante de la tradición naviera de la ya mencionada Compañía.
El contrato de construcción del QUEEN VICTORIA 2 fue firmado el 3 de diciembre de 2004 y las obras comenzaron el 19 de mayo de 2006, sobre un proyecto presupuestado en unos 338 millones de libras esterlinas y que precisaría del trabajo de unos 3.000 operarios para darle forma a un gran trasatlántico de la clase “Vista”, −esta clase debe su nombre al gran porcentaje de espacio que está orientado a las vistas al mar−.
Fue botado el 15 de enero de 2007 en una ceremonia amadrinada por la señora Mauren Ryan, una de las empleadas más veteranas de Cunard. Una vez terminados los trabajos, en el mes de julio de ese mismo año, se procedió a iniciar las pruebas de navegación, siendo satisfactorias. Fue entregado a sus dueños en los astilleros el 24 de noviembre, en una ceremonia que tuvo lugar en el interior del barco, siendo los invitados de honor el primer ministro italiano Romano Prodi y el subsecretario de Estado británico, Jim Fitzpatrick. En el transcurso de la misma, y tras los discursos protocolarios, se arrió la bandera italiana y se izó por primera vez la británica bajo los acordes de la banda de música de la Guardia Escocesa. Durante cuatro días permaneció en el puerto italiano abierto a la visita de 7.000 invitados. Seguidamente se dirigió hacia Sauthampton, su puerto base y donde fue recibido con todos los honores.
El lunes día 10 de diciembre, ante 2.000 invitados acomodados en un auditorio, anexo a la terminal de cruceros, especialmente acondicionado para el evento, fue bautizado por Camilla Parker Bowles, Duquesa de Cornualles, manteniendo así la tradición, pues los otros QUEEN también fueron bautizados por miembros de la Familia Real británica. Durante la ceremonia tuvo lugar un incidente muy grave para los supersticiosos: la botella no se rompió.
Desde el primer vistazo la estampa del QUEEN VICTORIA es imponente, como lo ha sido la de todos los buques de la Cunard Line, con sus colores emblemáticos, casco negro, superestructura blanca y chimenea roja, combinando el lujo del siglo XIX con la tecnología del siglo XXI. Podemos así admirar un formidable trasatlántico de 90.049 toneladas, 297 m. de eslora, 36,60 m. de manga, 62.50 m. de puntal, y 7,80 m de calado. Su planta motriz está compuesta por seis motores diesel del tipo Sulzer ZA40 fabricados por Wartsila, que le imprimen una potencia de 63.360 Kw. Posee dos ejes con sus correspondientes hélices, construidas por ABB de Finlandia. Y sus tres anclas son de gran tonelaje, como corresponde a su desplazamiento. Logra alcanzar una velocidad de crucero de 18 nudos y una máxima de 23,7 nudos. Su casco está equipado con dos estabilizadores móviles de 20 m² cada uno. Con capacidad para 2.014 pasajeros quienes tienen 13 cubiertas a su disposición, la dotación total es de 900 tripulantes. El idioma de las comunicaciones a bordo es el inglés, a pesar de que la nacionalidad de sus pasajeros es diversa.
En su interior se ha recreado con esmero una decoración evocadora del siglo XIX con todos sus lujos. En la sección de proa destaca el “Royal Courth Theatre”, inspirado por los teatros del West End londinense, con un aforo para 832 espectadores que podrán deleitarse con obras teatrales de Shakespeare y otros autores británicos y americanos. A ambos lados de esta sala se distribuyen los palcos con capacidad para 32 espectadores con camarero propio. A estos palcos tienen acceso los pasajeros de las suites de gran lujo pudiéndose alquilar por unos treinta y cinco dólares. También podemos encontrar a bordo un casino, o el “Queens Room”, un salón de baile de más de cien metros cuadrados iluminado por magníficas arañas de cristal.
La mejor oferta gastronómica a bordo se ofrece en restaurantes como “The Grills” y el “Todd English” ambos a la carta, o el “Britania” que exhibe dos niveles con columnas que soportan unos interesantes arcos decorativos, y en cuyo centro muestra un gran globo terráqueo elaborado con cristal y bronce; en cuestiones gastronómicas se ha pensado incluso en la comida Kosher, la cocina típica judía, la cual, como todos sabemos, corresponde a una cultura religiosa que prohíbe la ingesta de algunos ingredientes como el cerdo, liebre, avestruz, moluscos o mariscos entre otros. Pero también está presente el bufette, donde no se requiere etiqueta, con una buena aunque sencilla oferta gastronómica. Esta zona de ocio se halla en la cubierta número dos, desde donde se puede acceder a la planta baja de la biblioteca, cuyas grandes estanterías invitan a escoger alguno de los seis mil volúmenes en diferentes lenguas, de que consta; sus dos plantas están unidas por una llamativa escalera de caracol. La cubierta tres puede resultar sugestiva pues es totalmente acristalada y a ella llega el nivel más alto del teatro antes descrito.
El ejercicio y el relax lo podemos practicar en la cubierta nueve donde se encuentran el gimnasio y el spa. Si al salir tenemos necesidad, en esa misma cubierta están el restaurante “Lido” y el salón “Winter Garden”. Las dos piscinas animan al chapuzón, una de ellas está cubierta aunque de techo retráctil, y un relajante remojo en uno de las cinco bañeras de hidromasaje puede resultar tentador.
En la cubierta diez podemos alternar con los demás pasajeros en los clubes “Commodore” y “Hemispheres”, este último nos ofrece una vista al mar de 270º, además de disfrutar de los placeres culinarios en los restaurantes “Queen’s Grill” y “Princess Grill”. Los fumadores disponen de una sala sólo para ellos y si hay afición a las compras, diecisiete tiendas garantizan una buena oferta.
En esta misma cubierta, a popa, se encuentran las dieciséis grandes suites, de 200 m² cada una. En estos lujosísimos camarotes, con profusión de mármoles rosados en su decoración, podremos deleitarnos con champán francés, canapés variados y flores frescas todos los días, así como un mayordomo disponible a cualquier hora ofreciendo una atención personalizada. También se puede seguir cada singladura en un precioso atlas. Están equipadas con televisión por satélite, reproductor de dvd, conexión wi-fi para internet, y al estar dotadas de bonitas terrazas, se puede, incluso, cenar al aire libre; alguna de estas terrazas tiene capacidad para unas cuarenta personas, ideal para celebrar fiestas privadas. Sus felices huéspedes disponen de una piscina exclusiva además de un coqueto jardín con una bonita fuente de acceso solo autorizado para ellos.
El QUEEN VICTORIA cuenta con mil siete camarotes distribuidos en seis cubiertas. Ochocientos sesenta y cuatro son exteriores, de los cuales setecientos dieciocho tienen balcón privado. Solo ciento cuarenta y tres cabinas son interiores. Todos tienen una capacidad máxima para cuatro pasajeros y no hay ninguno individual. Veinte de los camarotes tienen acceso para sillas de ruedas.
Cunard Line, a lo largo de sus 168 años de existencia ha ido acumulando una serie de valiosos objetos que ahora exhibe a bordo del QUEEN VICTORIA en un museo, el “Cunardia”, y de cuyos mamparos cuelgan cuadros de la apreciable colección de la Compañía, valorados en alrededor de un millón y medio de euros.
El conjunto lo completa un invernadero de estilo colonial con cubierta acristalada y retráctil, y una majestuosa fuente central.
Las cubiertas están conectadas entres sí por veinticuatro ascensores, elegantemente revestidos de madera y decorados con elementos dorados y espejos ahumados. Otro de los ascensores es panorámico. También se dispone de dos escaleras mecánicas que presentan la particularidad de llevar un ingenioso sistema de autolavado incorporado. Tampoco debemos olvidar los montacargas de acero inoxidable para el transporte de las comidas desde la cocinas hasta el comedor. Todo ello instalado por la multinacional Schindler especializada en el equipamiento de transporte vertical en trasatlánticos de lujo, entre otros.
Los suelos están revestidos con llamativas alfombras confeccionadas a mano, al igual que las bellas arañas de cristal. Las maderas, nobles, proceden de África y Asia, y el mármol, cómo no, es de Carrara.
Como ya se ha citado, la decoración interior es del gusto británico, de lo que se encargaron dos equipos de diseñadores de interior de esa misma nacionalidad, para cuidar hasta el más mínimo detalle. Este ambiente majestuoso lo advierten los privilegiados pasajeros nada más poner sus pies en el gran vestíbulo de tres alturas con profusión de madera y mármol. Pero se percibe algo más. Se trata de un auténtico trasatlántico, es decir, un buque inspirado por los viejos “linieres” preparados para navegar largas travesías y por cualquier mar, a diferencia de los cruceros actuales proyectados para rutas cortas y un exceso de actividades en su interior. El QUEEN VICTORIA ha sido pensado para disfrutar del mar y de los puertos a visitar, sin el estrés al que el pasajero se ve abocado en los cruceros ordinarios. De hecho, un paseo por alguna de las cubiertas exteriores revive los recuerdos del siglo XIX, ayudado por arquibancos de madera de estilo muy clásico, que lucen su nombre grabado en el respaldo.
Al día siguiente de su bautismo, el día 11 de diciembre de 2007, comenzó su viaje inaugural al mando del capitán Paul Wright. Zarpó de Sauthampton acompañado por numerosas embarcaciones menores rindiendo homenaje a tan hermoso coloso, verdadero prodigio de la Ingeniería Naval. Se inició así un crucero de diez días por el Mar del Norte con escalas en Amsterdam, Copenhague, Oslo, Hamburgo y Brujas. Para hacernos una idea de la categoría de este buque, se hace preceptivo reseñar que para este viaje el pasaje costaba 1.590 €.
Tras regresar a su puerto de referencia comenzó su derrotero comercial con un primer crucero con destino a las Islas Canarias y dos mil cien pasajeros a bordo. Previas escalas en Vigo, Lisboa (donde pasó la Noche Buena), Gibraltar, Málaga y Funchal llegó al Puerto de los Mármoles en Arrecife de Lanzarote. Allí, las autoridades locales dieron la bienvenida a los pasajeros mientras un grupo folclórico amenizaba el momento con canciones tradicionales de la tierra, al tiempo que se les ofrecía a los visitantes delicias gastronómicas y bebidas típicas. A las pocas horas zarpó hacia el puerto de Santa Catalina en Las Palmas de Gran Canaria; allí también las autoridades recibieron, en medio de una bonita fiesta al QUEEN VICTORIA en su primera escala en dicho puerto. A lo largo del día los viajeros disfrutaron de una visita a los puntos más emblemáticos de la Isla de Gran Canaria, aunque no todos los pasajeros, setenta y ocho de ellos debieron permanecer en sus camarotes aquejados de una salmonelosis que desarrollaron durante el viaje, algunos se acordaron del incidente de la botella que no se rompió en la inauguración; y a la puesta de sol zarpó hacia la vecina Isla de Tenerife.
Al puerto de Santa Cruz de Tenerife llegó a las ocho de la mañana del último día del año 2007 con la clara intención de celebrar la Noche Vieja en la isla, en compañía de los remolcadores que salieron a darle la bienvenida en medio de grandes chorros de agua proyectados hacia el cielo. También allí las autoridades lisonjearon a los pasajeros y entregaron la tradicional metopa de la ciudad. A lo largo del día, los cruceristas tuvieron la oportunidad de hacer turismo por la isla y a última hora, coincidiendo con la media noche, disfrutaron con el resto de ciudadanos de Santa Cruz de un espectacular castillo de fuegos artificiales. Finalmente, a las dos de la tarde del día uno de enero, puso rumbo a Sauthampton siendo despedido por cientos de curiosos que se habían acercado a ver tan magnífico buque.
La visita del QUEEN VICTORIA no es casual, la Cunard Line tiene a las Islas Canarias entre sus puertos favoritos no solo por sus paisajes, con las clásicas «plantaciones de plátanos» y atractivas playas, sino por su Historia, puertos que fueron parada y fonda de la Flota de Indias, atacados por famosos piratas de los siglos XVII y XVIII y, concretamente, el de Santa Cruz de Tenerife, escenario de la única derrota del contraalmirante Horacio Nelson (donde perdería su mano derecha), lo que hizo famosa la ciudad en Gran Bretaña y, paradójicamente, atrajo la visita de notables súbditos de Su Graciosa Majestad. De hecho, la ciudad de Santa Cruz de Tenerife ostenta la única calle en España dedicada a tan insigne marino inglés. Esta relación entre la Cunard Line y las Islas Canarias se refleja en su programa de viajes para el año 2009: en diciembre está previsto que el QUEEN VICTORIA realice un crucero por estas Islas bajo el epígrafe de “Fiesta en las Canarias”, donde tocará puerto en Lanzarote, La Palma, Gran Canaria y Tenerife.
Apenas llegó a Sauthampton tras su primer viaje comercial, comenzaron en el QUEEN VICTORIA los preparativos para iniciar su primera vuelta al mundo. Un viaje de ciento siete días para atracar en los puertos de treinta y siete ciudades en veintitrés países, destacando Los Ángeles, Auckland, Sidney, Bangkok, Singapur, Kuala Lumpur, Mumbai, Dubai, Atenas y Barcelona, atravesando el Canal de Panamá.
En este viaje se darían dos circunstancias que avivarían la expectación. El 13 de enero de 2008 por primera vez en ciento sesenta y siete años, la Cunard Line reunió a sus tres “reinas”. El acontecimiento tuvo lugar en Nueva York, a las tres de la tarde. El siguiente evento se verificó algunos días después, en Sydney donde tuvo lugar el encuentro de dos de estos buques, el QUEEN VICTORIA en su primera vuelta al mundo y el QUEEN ELIZABETH II en su viaje de despedida, pues a finales de este mismo año está prevista su entrega a los nuevos propietarios, la Dubai World, de Dubai para convertirlo en hotel flotante de lujo. El silbido que les caracteriza fue el emotivo saludo que se dedicaron ambos trasatlánticos y que se pudo escuchar a dieciséis kilómetros de distancia.
Esta vez, la Cunard Line tampoco quiso olvidar Canarias en su itinerario haciendo escala en Santa Cruz de Tenerife, a donde llegó a última hora de la mañana del sábado 26 de abril procedente de Funchal con 2.000 pasajeros a bordo; a las diez de la noche pondría rumbo al puerto de Las Palmas antes de regresar a su puerto de origen.
La Cunard intenta recuperar un estilo de viaje de placer que, en cierta medida, se estaba empezando a perder. Sus “reinas”, QUEEN MARY 2, QUEEN VICTORIA, y QUEEN ELIZABETH II a sustituir en breve por otro buque del mismo nombre, evocan aquellos tiempos en que pasear por las cubiertas de un trasatlántico era un acto social y no un correr hacia la nueva “actividad lúdica”. No son cruceros donde se relacione el «no hacer nada» con el vil aburrimiento al que hay que perseguir por todas las cubiertas; de hecho, el concepto de entretenimiento se limita a servir el té a las cinco en punto, y ocasionalmente celebrar algún baile de disfraces, entre otras actividades muy puntuales. Tal vez por todo ello, aunque el precio del pasaje medio para dar la vuelta al mundo en camarote estándar en el QUEEN VICTORIA asciende a unos 14.675 €, en una de las suites de lujo el pasaje cuesta unos 210.000 £. el interés por restablecer el viaje de placer y la confianza en la reputada experiencia de la Cunard Line, provocó la reserva de la totalidad de los billetes con un año de antelación, antes incluso de que fuese terminada su construcción. Y en los próximos años, su labor turística está garantizada efectuando numerosos cruceros por el Mediterráneo, el Caribe o sugestivas vueltas al mundo, con precios medios que oscilan entre los 2.270 € por un paseo por el Mediterráneo, con escalas en Palma de Mallorca o Barcelona, y los 31.070 € de una vuelta al mundo, con escalas en puntos del planeta tan fascinantes como Nueva York, Honolulu, Sidney, Saipan, Shangai, Bangkok, Singapur, Dubai, Alejandría, Estambul, El Pireo, Barcelona entre otros muchos.
Al momento de cerrar este artículo, noviembre de 2008, el QUEEN VICTORIA se encuentra en el Mediterráneo realizando el crucero “Maravillas de la Antigüedad II”, estando prevista su presencia en puertos como El Pireo, Estambul, La Valetta o Nápoles.
Desde las páginas de esta publicación digital, deseamos al QUEEN VICTORIA una larga vida colmada de buenas singladuras y buena mar.
©Coral y Ramiro González
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