domingo, 22 de marzo de 2009

MUCHAS GRACIAS A TODOS (I)

Desde este blog queremos agradecer la fidelidad de nuestros amigos que durante estos años, ya más de seis, nos han ayudado a seguir adelante en nuestro afán por dar a conocer, en la medida de nuestras posibilidades, la importante historia de nuestro puerto, el de Santa Cruz de Tenerife, a través de la de los buques que nos han visitado. Muy especialmente, deseamos expresar nuestro sincero agradecimiento a D. José Luis Torregrosa, sin cuya colaboración gráfica este blog perdería el encanto de la imagen.

Quienes damos vida a escoben.tk, Manuel López, Coral González y Ramiro González, en nuestro entusiasmo por difundir la Historia marítima de Canarias, disfrutamos con cada ola de información que hacemos llegar hasta las costas de internet, sabedores de que al otro lado de nuestra pantalla estás tú, estimado/a lector/a, en el muelle virtual que nos une.

Y para celebrar que habéis visitado nuestra web en más de doscientas mil ocasiones, no podríamos hacerlo de otro modo que enseñando nuestra isla desde sus puertos históricos, unos en activos, otros en desuso aunque testigos de su tiempo. No está en nuestro ánimo abundar en datos técnicos o comerciales, sino en su pasado e influencia en la población, la cual, desde siempre, y en la actualidad, tiene una gran dependencia de sus infraestructuras portuarias.

LOS PUERTOS HISTÓRICOS DE TENERIFE

Hubo un tiempo en que la isla de Tenerife estaba jalonada por sencillos puertos y muelles, algunos de ellos apenas unos modestos atracaderos para las lanchas que traían o llevaban personas y mercancías al buque fondeado un poco más allá, pues lo abrupto de nuestra geografía hacía imposible otra cosa.

Pero debemos empezar por acontecimientos tenidos lugar hace algo más de cinco siglos: durante la Baja Edad Media el comercio experimentó un desarrollo que obligó a abrir rutas diferentes para aquellos mercados que resultaban atractivos a los comerciantes de entonces; las nuevas técnicas de navegación que permitieron irse alejando progresivamente de la vista de la costa ayudaron de un modo definitivo a la expansión tenida lugar en aquellos tiempos.

Aunque conocidas desde la Antigüedad, las Islas Canarias no inspirarían interés hasta el S. XIV. Fue el reino de Castilla el que puso más empeño en su conquista, dejando relegado a Portugal, país que ya había hecho varios intentos, en vano, para conquistar el archipiélago canario. Casi un siglo costó doblegar a la totalidad de los aborígenes de las siete islas.

Castilla fue imponiendo sus normas, hasta que el Archipiélago respondió como una región más del reino. Comenzó así el asentamiento de comerciantes de diferentes procedencias atraídos por el potencial estratégico de las nuevas tierras conquistadas. Empezaron a exportar los productos agrícolas que se generaban en Canarias, fundamentalmente al Mediterráneo. El principal cultivo en aquella primera época fue la caña de azúcar, introducida en el Archipiélago durante la Conquista, al parecer por Pedro de Vera, conquistador de Gran Canaria. A cambio de esta exportación, se traían mercancías manufacturadas (tejidos, hierro, objetos ornamentales…).

La explotación azucarera, muy importante durante la primera mitad del siglo XVI sufrió un declive progresivo durante los siguientes cincuenta años y su lugar fue ocupado por el vino durante los siglos XVII y XVIII. Este producto fue llevado principalmente a Inglaterra, y, con posterioridad, también a América. En este último caso, también abrió el comercio de productos manufacturados extranjeros de contrabando, —en España solo los comerciantes andaluces tenían la autorización para comerciar con las Indias, no sería hasta el siglo XVIII cuando se liberaría el comercio—. Naturalmente, también se desarrolla el comercio interinsular.

Indudablemente, se precisaban barcos para todo este trasiego de mercancías y para las personas que las negociaban, con lo que la aparición de puertos y embarcaderos rodeando las costas canarias se hizo inevitable. En un principio se escogían playas o placeres, de arena o pedregosos, que estuvieran algo abrigados; pero el embarque o desembarque se debía hacer mediante lanchas, pues los barcos tenían que quedar fondeados. Esto era así por la ausencia de bahías con una profundidad óptima, de hecho, solo se contaba con entrantes de dimensiones reducidas lo cual dificultaba enormemente la creación de grandes puertos como los que en esa época funcionaban en el Mediterráneo. Con estas limitaciones se crean algunos puertos en la isla de Tenerife que llegarán a tener gran relevancia, pero condicionados por otro factor: están ubicados al norte de la isla, azotada con frecuencia por temporales de viento y mala mar que entorpecen muchas veces el óptimo desarrollo de estas instalaciones.

Pasamos a continuación a hacer una semblanza de alguno de aquellos puertos que aún hoy siguen existiendo con mayor o menor desarrollo en la Historia.

.....................................Vista general de la Villa de Garachico

Comenzaremos por el de Garachico. Esta es una preciosa localidad del norte de Tenerife fundada por un banquero genovés, Cristóbal de Ponte, en 1496 ó 1497 (no existe un acta fundacional que defina la fecha exacta, aunque la Data de otorgamiento es del sábado 1 de julio de 1497). Aprovechando un curioso entrante desde la costa se organizó el puerto, encajado entre el mar y abruptas montañas. Se debía atravesar un estrecho pero no muy incómodo brazo de mar que pocos metros tierra adentro se abría en una bonita rada, conocida como la Caleta del Genovés y que formaba un estupendo puerto natural al abrigo de una orografía muy montañosa, único caso en toda la isla. En el lado oeste se le construyó un sólido muro que hacía las veces de calle y donde los buques operaban directamente. Entró en pugna con el puerto de Santa Cruz —el cual trataremos con posterioridad—, pues ambos competían en cantidad e importancia de las mercancías que entraban y salían—, y Garachico siempre salía airoso aunque el otro, el de Santa Cruz, contaba con las simpatías de las autoridades.

En 1582 San Cristóbal de La Laguna, a la sazón capital de la isla, y Santa Cruz, su puerto, sufren una terrible epidemia de peste; toda la actividad portuaria se traslada a Garachico comenzando así una época dorada que lo convertiría en el puerto más importante, con el atraque incluso de los galeones procedentes de la Flota de Indias. Esto explica la contumaz negativa de los lugareños al regreso del tráfico al puerto de Santa Cruz dos años después, una vez sofocada la epidemia. Y es que, ya consolidadas las operaciones comerciales con América, a aquel puerto garchiquense llegaban mercancías procedentes de las Indias, de África y de Europa al tiempo que salía el azúcar de sus ingenios y su delicioso vino malvasía, generando un ambiente muy cosmopolita con marineros, mercaderes y géneros de las procedencias más curiosas.

Pero, en 1601 la comarca de Garachico también sufrió los estragos de la peste, lo mismo que le ocurriera a la capital, con lo cual se volvieron las tornas. Aún así siguió sobreviviendo, pero, la maldición estaba echada. En 1646 unas fortísimas lluvias en la zona provocaron un aluvión de agua, piedras y lodo de tal magnitud que provocó el hundimiento de cuarenta barcos y cegó parcialmente el puerto, lo que le restó operatividad obligando a languidecer la actividad comercial. Pero la auténtica desgracia llegó el 3 de mayo de 1706 cuando una erupción volcánica hizo correr dos ríos de lava por las vertiginosas laderas de Garachico que arrasó la villa y cubrió de lava el puerto, incluido los barcos que estaban atracados ese día allí. La leyenda cuenta que, bajo los lodos primero y las lavas después, descansan los restos de un galeón cargado de oro del que un día hablaremos.
...................................Puerta de acceso al puerto, hoy tierra adentro
Se pretendió recuperar el puerto pero la empresa era imposible y, aunque se iniciaron los trabajos, estos quedaron abandonados. La pobreza llegó a tales extremos que la localidad quedó casi despoblada, sus habitantes se vieron obligados a marchar a otros lugares que les garantizaran la supervivencia. Con la desaparición del puerto y de parte de la población de Garachico, el lugar entró en declive. Las importantes familias de mercaderes allí asentadas se trasladaron entonces a La Orotava o San Cristóbal de La Laguna, llevándose consigo la prosperidad que años atrás le dio tan importante brillantez a la Villa y Puerto de Garachico.
.......................................................................Pescante para la carga de barcos fruteros
Las coladas de lava destruyeron el puerto, pero ganaron al mar un nuevo territorio: un brazo de lava formó un saliente, al mismo tiempo que un abrigo. Allí se ubicó un modesto puerto de pescadores que, construido en cantería, con el inicio del siglo XX se convirtió en embarcadero para los vapores fruteros y los famosos Correillos. Aunque ha habido diversos intentos por parte de las autoridades para recuperar el famoso e importante puerto de Garachico, hasta el día de hoy no han prosperado. No obstante, es una de las localidades más atractivas de las que podemos presumir en Tenerife, la erupción que trajo destrucción, paradójicamente creó un paraje con unas piscinas naturales de excepcional belleza, y es hoy una de las localidades de obligada visita turística cuando se viaja a nuestra isla.

La desgracia de Garachico supuso el auge de otro puerto, el de La Orotava, distante unos 36 kilómetros del primero.

Después de la conquista de la isla, La Orotava pasó a ser el núcleo poblacional más importante en clara rivalidad con la capital, San Cristóbal de La Laguna. En ambas se establecieron las familias más ricas de la isla. Se eligió como puerto natural de La Orotava una ensenada al abrigo de Punta Brava, al lado de la desembocadura del barranco de San Felipe. La playa se usaba como embarcadero y frente a ella se situó el fondeadero. Le caracterizaba el estar muy alejado de su núcleo poblacional, al igual que muchos otros en todas las islas, la razón es lógica: el archipiélago canario era víctima de constantes ataques piráticos, fundar una población al lado del puerto suponía un error táctico de previsibles y funestas consecuencias. Los canarios tenían sobrada experiencia sobre incursiones tanto de piratas como de corsarios.
A finales del S. XVI un temporal de agua y viento provocó una enorme crecida del barranco de San Felipe que anegó la rada e inutilizó el puerto parcialmente. En el S. XVII también, y al mismo tiempo, se comenzó a utilizar como puerto comercial otro en la misma zona, un poco más hacia el este, que había sido de pescadores hasta ese momento. Era imprescindible buscar soluciones rápidamente, el gran mercado que generaba la Península Ibérica gracias a su posición privilegiada en el Mediterráneo, así como la enorme riqueza de sus colonias en ultramar eran activos que no se podían desperdiciar.


......................................Bocana del Puerto de la Cruz


En 1826 otro gran aluvión de agua, piedras y lodo cegó por completo el primer puerto, pasando toda la actividad al muelle de pescadores que ya se le empezaba a conocer como Puerto Nuevo en contraposición al otro que pasó a ser llamado Puerto Viejo. No obstante, estaba en la misma zona, la llamada, muy acertadamente, Costa Brava, por las fuertes mareas que con frecuencia castigan aquel litoral.

Este Puerto Nuevo también se ubicó en un pequeño entrante de mar en tierra, pero los temporales habituales dificultaban las maniobras de entrada o salida de los buques, por lo que en 1822, en pleno Trienio Liberal español, se comenzaron unas obras para construir un nuevo muelle compuesto por dique y contradique, curvos ambos para ladear la bocana y de ese modo obstaculizar el paso de las olas.

A estas alturas del calendario este puerto ya había heredado todo el tráfico que antaño albergara el de Garachico y el de La Orotava, pasando a ser el más importante del norte isleño, con la característica especial de que ya no era el puerto de La Orotava por una razón muy sencilla: en 1808, año de constitución de la Junta Suprema de Canarias, se había constituido la población y los aledaños como municipio independiente pasando a llamase Puerto de La Cruz. El controlar su propio destino y la importancia que había alcanzado su puerto hizo que muchas personas principales se avecindaran allí, comenzando una época floreciente para el Puerto de La Cruz.

Pero este puerto también sufrió su ocaso: al pasar de los años los nuevos buques ya no tenían cabida allí, la construcción de carreteras hizo innecesaria la presencia de vapores fruteros o “correos” que conectaran los diversos puntos del litoral tinerfeño y los pescadores acabaron por recuperar su espacio. Esa es la estampa marinera de la que podemos disfrutar hoy, un pequeño y apacible puerto visitado por miles de turistas, pues el declive del puerto coincidió con el auge del lugar como enclave turístico, convirtiendo a la localidad en referente turístico para toda Europa.

....................................El Puerto de la Cruz un día de febrero
En el sur de la isla de Tenerife también surgieron algunos puertos, de entre los que destacaremos el de Los Cristianos, tan en boga actualmente por el constante goteo de la llegada de cayucos con emigrantes subsaharianos.

La primera referencia que de él tenemos data del S. XVI y, como la mayoría, estaba alejado de la población. Fue fundado en una playa de arena con aguas someras abrigada por un gran saliente de roca. Los barcos se veían obligados a fondear, por lo que el trabajo de las lanchas era imprescindible. Este puerto no vivió el trasiego de mercancías procedentes de lejanos lugares, muy al contrario, su existencia la dedicaba al cabotaje y pasajeros que se movían entre las islas, o para trasladarse a otros puntos costeros de la propia isla de Tenerife —las cómodas carreteras de hoy no estaban ni siquiera soñadas en aquel entonces—. Hasta allí llegaban las canastas llenas del producto agrícola y ganadero local para llevarlo a mercados de otros puntos de Tenerife o hacia otras islas y se recibían los productos que llegaban también de otros pueblos canarios.
.........................................Barcos pesqueros en el puerto de Los Cristianos
En el S. XIX el puerto de Los Cristianos ya se había convertido en el principal punto de atraque del Sur tinerfeño y en 1909, pese a la crisis existente en España, se obtuvieron los fondos necesarios y se construyó el primer muelle para satisfacer las necesidades creadas, causadas por el desarrollo económico local, al que la ausencia de piratas ayudó mucho. En 1934 se amplió aún más para dar cabida a los cada vez más y mayores buques.


.................................Vista general del puerto y enclave turístico de Los Cristianos
En 1975 se creó una línea marítima para unir San Sebastián de La Gomera con la isla de Tenerife, el punto de salida y llegada a esta última isla sería por cercanía Los Cristianos, por lo que se desarrollaron nuevas reformas de mejora. A día de hoy, es uno de los principales puertos de España en lo que a número de pasajeros se refiere, pues ya no solo une Tenerife con La Gomera, sino también con La Palma y El Hierro. Al ser el sur de Tenerife un enclave turístico de los más importantes de Europa, muchos de nuestros visitantes deciden hacer una escapada a alguna de las islas antes mencionada, siendo La Gomera el caso más claro: se puede ir por la mañana y regresar a última hora de la tarde.
................................................................Puerto de San Juan
Muchísimo más modesto es el puerto de Playa San Juan, en el término municipal de Guía de Isora, al oeste de Tenerife. Se trata de una infraestructura que comenzó su existencia por la necesidad de los pescadores de la zona y que, hoy en día, es un precioso puerto, cuya malecón protege una playa muy coqueta con la que linda una plantación platanera, la cual nos recuerda la dedicación, casi exclusiva, a la agricultura de sus esforzados habitantes. Es un superviviente de varios que rodeaban a la isla y sirve de ejemplo para hacernos a la idea de cómo se organizaban los puertos.

......................................................................Puerto de San Juan
En el próximo capítulo nos ocuparemos del puerto de Santa Cruz, el heredero de la brillantez del puerto de Garachico.

© Ramiro y Coral González.

MUCHAS GRACIAS A TODOS (II)

....................................Panorámica del puerto y ciudad de Santa Cruz

A continuación vamos a centrarnos en el principal puerto de Tenerife, el de Santa Cruz.

Durante la época de la conquista, el castellano Fernández de Lugo escogió una bahía de Añazo, actual Santa Cruz, porque era la parte menos escarpada que facilitaba la penetración hacia el interior de la isla durante la contienda. Precisamente esa facilidad para entrar en la isla es lo que causó que se convirtiera en zona defensiva, fuertemente vigilada y artillada, de cara a los ataques piráticos.

En un primer momento, en el siglo XVI, se trataba de un varadero junto a la desembocadura del Barranco de Santos. Sufrió muchos avatares por la inexperiencia y los materiales poco adecuados de su fábrica, a lo que hay que añadir una sucesión de temporales, obligando a que el primer muelle fuese cambiado de ubicación. Se construyó uno nuevo un poco más allá, en la Caleta, que perduraría prácticamente durante todo el siglo XVII.

Ya era un puerto importante, pero el desplazamiento de la actividad comercial, consecuencia del declive de Garachico, trajo el establecimiento de una importante representación de la burguesía, cuyo empuje ayudó su crecimiento. No sería hasta 1787 cuando que se terminaría por fin un puerto seguro y cómodo para embarcaciones, viajeros y mercancías. Se consolidó así como el más importante de la isla. El acondicionamiento de las vías de acceso y la canalización del agua para el abastecimiento de los buques lo hicieron aún más necesario para los barcos que decidían hacer parada y fonda en la isla, que era muchos.

Pero este siglo XVIII fue difícil para el Puerto de Santa Cruz. En 1778 se liberalizó el comercio con América (*), es decir, el de Santa Cruz ya no era el único puerto canario del que salía mercancía hacia las Indias, pues hasta ese momento había tenido la exclusiva en el archipiélago. Compensó estas pérdidas con la salida masiva de isleños hacia América como colonos.

Aún así, siempre fue atractivo para piratas y corsarios. La enemistad entre los países más poderosos en pugna por la hegemonía, esto es, Inglaterra, Francia y España, puso en solfa a los territorios que se encontraban en el camino de los galeones de las distintas banderas. Canarias siempre ocupó un punto estratégico para la corona inglesa, así que los ataques por parte de la Armada de Su Graciosa Majestad no le hacían gracia a ningún canario. A modo de ejemplo mencionaremos tres de los ataques más conocidos. El 30 de abril de 1657, sir Robert Blake se presentó ante la ciudad con una escuadra compuesta por más de una treintena de barcos. La defensa fue férrea pero no suficiente y Blake obtuvo una de las mayores victorias de su vida. Peor suerte tuvo John Genings, quien el 6 de noviembre de 1706 llegó a los alrededores del puerto con banderas francesas —a la sazón, aliadas— pero algo hizo desconfiar a la guarnición, y efectivamente, en pocos minutos las enseñas fueron mutadas por la enemiga inglesa, poco honorable costumbre muy usada por los barcos británicos de la época. Pocas horas duró el ataque, y el señor Genings tuvo que replegar su tropa y sus engaños, porque le fue infligida una derrota de la que los guardianes tinerfeños aún se ríen en sus tumbas. Y la más importante de todas, el ataque de Nelson. El 25 de julio de 1797 el contraalmirante Horatio Nelson se presentó frente a Santa Cruz al mando de una pequeña flota escindida de la que, por aquellas fechas bloqueaba el puerto de Cádiz. Después de varias horas de lucha por mar y tierra, unas rociadas de balas de cañón de calibre considerable consiguieron hacer mella en la empresa de Nelson, y también en el brazo derecho de don Horatio. La única gran derrota del laureado héroe inglés, quien nunca pudo imaginar que una tierra tan humilde como era el Santa Cruz de aquel entonces albergara a población tan aguerrida, en la que hombres, mujeres y niños fueron invencibles. La invicta villa, puerto y plaza de Santa Cruz se quedó como recuerdo la enseña del navío de línea inglés EMERALD, y en el fondo de su bahía aun yacen los restos del cúter FOX.

La primera mitad del S. XIX, tampoco fue una época fácil para la isla de Tenerife y por ende para su puerto principal. El Archipiélago estaba atravesando por tremendas dificultades; prácticamente no se producía nada, los campos se estaban abandonando, la emigración era enorme y, por si fuese poco, una epidemia de cólera estaba atacando a la población. Todo era consecuencia de la pérdida de colonias en América. El Gobierno español había decidido proteger la producción nacional imponiendo un fuerte arancel al producto extranjero. En Canarias no había industria local y la importación era imprescindible, por lo tanto, la carestía y la posterior escasez era inevitable. La burguesía de la ciudad se empeñó en conseguir que se liberara el comercio en Canarias. Tardaron, pero lo consiguieron, aunque tuvieron que pasar varios años.


.................................................Puerto de Santa Cruz en 1904

Mientras tanto, en Santa Cruz se intentaba reparar los graves desperfectos que había provocado un fuerte temporal que azotó la ciudad en 1821, obras que concluyeron en 1824, quizá ayudado por el hecho de que Santa Cruz se convirtió en capital de la isla en 1822, acabando también con la hegemonía de la ciudad que lo había sido hasta ese momento, San Cristóbal de La Laguna.

Después de años de depresión económica y social, la reina Isabel II firmó, en 1852, el ansiado Real Decreto (que las Cortes elevaron a rango de Ley en 1870) por el que se designaba a los puertos canarios como puertos francos, es decir, se dispusieron reducciones aduaneras y se accedió a que las islas importaran mercancías desde el extranjero, lo que hasta ese momentos resultaba carísimo, así como la exportación de producción propia como era el caso, casi exclusivo en aquellos años, de la cochinilla, un insecto que crece en pencas o tuneras, muy apreciado en el mercado mundial como tinte natural para tejidos y otros productos, lo que hizo que su producción, precio y exportación se elevara considerablemente hasta el final del siglo XIX, lo que tuvo unas repercusiones económicas muy favorables para el Archipiélago.

También eran muchos los barcos europeos que hacían parada técnica en las islas de camino a América. Por ello se establecieron empresas extranjeras en el puerto de Santa Cruz con el objetivo de controlar sus barcos o lo que es lo mismo, sus intereses.

A finales del siglo XIX el puerto había sufrido una remodelación que lo prolongó 339 metros más, pues ya se había quedado pequeño, pero aún así, los buques de gran tonelaje no podían entrar, por lo que se veían obligados a fondear, haciendo el trabajo de carga y descarga las lanchas. Los barcos de cabotaje, más pequeños y de menor calado, no tenían problemas de atraque.


.............................................Antiguo muelle para la carga de carbón

El paso de la navegación a vela a los barcos propulsados por motores de vapor hizo precisa una ingente cantidad de carbón permanentemente disponible en el puerto de Santa Cruz. Cuatro empresas carboneras se establecieron en estas instalaciones portuarias, llegando a suministrar, entre todas, hasta 10.000 toneladas de carbón al año. Pero una competencia mal entendida con el Puerto de Las Palmas, unida al descontento permanente de los trabajadores del sector inmersos en constantes convocatorias de huelgas, hizo que muchos buques buscaran su combustible en otros puertos con mejores garantías de suministro, tal es el caso del de Madeira. Un negocio prácticamente seguro se quedó en agua de borrajas.

Tampoco fueron fáciles las primeras décadas del siglo XX. El acoso al que sometieron los submarinos de uno y otro bando al tráfico marítimo en el Atlántico durante la Primera Guerra Mundial, ahuyentó a los barcos que incluían a Canarias dentro de sus rutas. El enorme daño económico provocado por esta situación duraría hasta finales de los años 20.

Pero, no mucho tiempo después se inició otra faceta del progreso. El 2 de febrero de 1930, comenzó el definitivo declive del carbón en el puerto de Santa Cruz, fue el día en que arribó el buque petrolero THOPHON procedente de Cusaçao. Quedó atracado en el Muelle Sur para suministrar combustible líquido a algún barco que lo demandase. A finales de ese mismo año, siendo presidente de la Junta de Obras del Puerto D. Fernando Salazar y Bethencourt, se inauguró la Refinería de Petróleos, construida al sur de la ciudad, construyéndose depósitos y tuberías en las instalaciones portuarias para la conducción y suministro de combustible líquido a los buques de nueva planta. Fue así como la ciudad y su puerto presenciaron la paulatina desaparición de las ennegrecidas gabarras carboneras y los remolcadores, a vapor, que las arrastraban para el suministro de los viejos y humeantes vapores. Una estampa hoy llena de nostalgia, muy buscada por los coleccionistas locales de fotografías antiguas.
.............................................................Cargando "fruteros"
De esta manera tan prosaica llegó la moderna tecnología el siglo XX al puerto de Santa Cruz de Tenerife.

Al final, los tiempos de paz trajeron la prosperidad, y a lo largo de los decenios posteriores, el puerto de Santa Cruz ha experimentado importantes mejoras. Se ha aumentado su tamaño en extensión y en número de muelles, y se ha completado con moderno equipamiento de estiba y desestiba, instalaciones imprescindibles para pasajeros y mercancías, y está en continua expansión lo que demuestra que sigue vivo, desarrollándose en paralelo con la ciudad a la que pertenece, y esperamos, en breve, puerto y ciudad dejen de darse la espalda para ir de la mano, como lo hizo durante varios siglos. Como vestigios aún vivos de la antigua simbiosis puerto-ciudad son los nombres de algunas calles, como la “calle del Saludo”, que debe su nombre a que, en una explanada, se encontraban las dos piezas de artillería usadas para contestar a las salvas de ordenanza con que los buques de guerra extranjeros saludaban la ciudad a su llegada. Tampoco debemos olvidar elementos del puerto convertidos hoy en verdaderos objetos de culto, como la inolvidable y cantada Farola del Mar, que afortunadamente todavía se mantiene en pie, tras atravesar una época oscura.

Merece la pena hacer, en este punto, una pequeña reseña histórica de este icono del puerto santacrucero. En la primavera de 1862 llegó procedente de París un faro construido por H. Lepaute. Fue instalado en una torre de apenas seis metros de altura. El 31 de diciembre de 1862, coincidiendo con la celebración del Fin de Año, se encendió por primera vez comenzando a enviar sus señales lumínicas hasta a nueve millas de distancia. En un principio utilizaba como combustible el aceite vegetal, luego pasó al petróleo para terminar utilizando la electricidad, manteniéndose en servicio durante más de noventa años. Finalmente, en 1954, siendo presidente de la Junta de Obras del Puerto de Santa Cruz D. Carlos J.R. Hamilton y Monteverde, la “vieja farola” fue desconectada, con gran tristeza por parte de los ciudadanos que ya la veían como un miembro más de la ciudad. Las obras de ampliación y desarrollo del muelle la habían dejado en un punto interior del puerto que lo hacía inútil.

El ingenio popular le había dedicado una copla que se, con el tiempo, se convertiría en la primera “isa” que aprendemos todos los tinerfeños de niños:

Esta noche no alumbra
la Farola del Mar,
esta noche no alumbra
Porque no tiene gas.

En aquellos días de 1954, un poeta local, Nijota, le compuso otra copla:

Ya en el muelle no alumbra
La Farola del Mar,
Como era chiquita
La mandaron quitar.

Chiquita en tamaño, pero tan grande en el corazón de los santacruceros y de la Isla toda. Tras ser restaurada hace varios años, actualmente sigue luciendo e iluminando a título testimonial las instalaciones portuarias, en uno de los puntos más antiguos del puerto, junto a la vieja marquesina, el lugar por el que antaño, se llegaba a tierra desde las lanchas que acercaban a los pasajeros y tripulaciones de los buques fondeados fuera del puerto.
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...............................................................Muelle Sur

Hoy, el Puerto de Santa Cruz de Tenerife no debe mirar al futuro olvidando su pasado. Para satisfacer su innegable necesidad de ampliación, previamente se deberían recuperar los pecios que forman parte de nuestra Historia y que tan celosamente ha guardado el puerto bajo su cieno para las generaciones venideras. Hay registrados cuarenta y nueve hundimientos, entre los que se encuentran barcos de Robert Blake y el famoso cúter FOX de Nelson, así como varios navíos del siglo XVII. Cubrir de hormigón esos restos es hundir en el olvido el origen de una ciudad que no sería lo que es hoy sin su puerto, y quienes deben tomar las decisiones al respecto, no tendrían esa responsabilidad si Fernández de Lugo no hubiese escogido las playas de Añazo para fondear aquellos primeros barcos. Cercenar la historia del Puerto de Santa Cruz de Tenerife en aras del progreso no es una solución civilizada en la Europa del siglo XXI, pero sí caciquil.

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(*) Reglamento y Aranceles Reales para el Comercio Libre de España a Indias. Octubre de 1778.
© Ramiro y Coral González