Desde este blog queremos agradecer la fidelidad de nuestros amigos que durante estos años, ya más de seis, nos han ayudado a seguir adelante en nuestro afán por dar a conocer, en la medida de nuestras posibilidades, la importante historia de nuestro puerto, el de Santa Cruz de Tenerife, a través de la de los buques que nos han visitado. Muy especialmente, deseamos expresar nuestro sincero agradecimiento a D. José Luis Torregrosa, sin cuya colaboración gráfica este blog perdería el encanto de la imagen.
Quienes damos vida a escoben.tk, Manuel López, Coral González y Ramiro González, en nuestro entusiasmo por difundir la Historia marítima de Canarias, disfrutamos con cada ola de información que hacemos llegar hasta las costas de internet, sabedores de que al otro lado de nuestra pantalla estás tú, estimado/a lector/a, en el muelle virtual que nos une.
Y para celebrar que habéis visitado nuestra web en más de doscientas mil ocasiones, no podríamos hacerlo de otro modo que enseñando nuestra isla desde sus puertos históricos, unos en activos, otros en desuso aunque testigos de su tiempo. No está en nuestro ánimo abundar en datos técnicos o comerciales, sino en su pasado e influencia en la población, la cual, desde siempre, y en la actualidad, tiene una gran dependencia de sus infraestructuras portuarias.
LOS PUERTOS HISTÓRICOS DE TENERIFE
Hubo un tiempo en que la isla de Tenerife estaba jalonada por sencillos puertos y muelles, algunos de ellos apenas unos modestos atracaderos para las lanchas que traían o llevaban personas y mercancías al buque fondeado un poco más allá, pues lo abrupto de nuestra geografía hacía imposible otra cosa.
Pero debemos empezar por acontecimientos tenidos lugar hace algo más de cinco siglos: durante la Baja Edad Media el comercio experimentó un desarrollo que obligó a abrir rutas diferentes para aquellos mercados que resultaban atractivos a los comerciantes de entonces; las nuevas técnicas de navegación que permitieron irse alejando progresivamente de la vista de la costa ayudaron de un modo definitivo a la expansión tenida lugar en aquellos tiempos.
Aunque conocidas desde la Antigüedad, las Islas Canarias no inspirarían interés hasta el S. XIV. Fue el reino de Castilla el que puso más empeño en su conquista, dejando relegado a Portugal, país que ya había hecho varios intentos, en vano, para conquistar el archipiélago canario. Casi un siglo costó doblegar a la totalidad de los aborígenes de las siete islas.
Castilla fue imponiendo sus normas, hasta que el Archipiélago respondió como una región más del reino. Comenzó así el asentamiento de comerciantes de diferentes procedencias atraídos por el potencial estratégico de las nuevas tierras conquistadas. Empezaron a exportar los productos agrícolas que se generaban en Canarias, fundamentalmente al Mediterráneo. El principal cultivo en aquella primera época fue la caña de azúcar, introducida en el Archipiélago durante la Conquista, al parecer por Pedro de Vera, conquistador de Gran Canaria. A cambio de esta exportación, se traían mercancías manufacturadas (tejidos, hierro, objetos ornamentales…).
La explotación azucarera, muy importante durante la primera mitad del siglo XVI sufrió un declive progresivo durante los siguientes cincuenta años y su lugar fue ocupado por el vino durante los siglos XVII y XVIII. Este producto fue llevado principalmente a Inglaterra, y, con posterioridad, también a América. En este último caso, también abrió el comercio de productos manufacturados extranjeros de contrabando, —en España solo los comerciantes andaluces tenían la autorización para comerciar con las Indias, no sería hasta el siglo XVIII cuando se liberaría el comercio—. Naturalmente, también se desarrolla el comercio interinsular.
Indudablemente, se precisaban barcos para todo este trasiego de mercancías y para las personas que las negociaban, con lo que la aparición de puertos y embarcaderos rodeando las costas canarias se hizo inevitable. En un principio se escogían playas o placeres, de arena o pedregosos, que estuvieran algo abrigados; pero el embarque o desembarque se debía hacer mediante lanchas, pues los barcos tenían que quedar fondeados. Esto era así por la ausencia de bahías con una profundidad óptima, de hecho, solo se contaba con entrantes de dimensiones reducidas lo cual dificultaba enormemente la creación de grandes puertos como los que en esa época funcionaban en el Mediterráneo. Con estas limitaciones se crean algunos puertos en la isla de Tenerife que llegarán a tener gran relevancia, pero condicionados por otro factor: están ubicados al norte de la isla, azotada con frecuencia por temporales de viento y mala mar que entorpecen muchas veces el óptimo desarrollo de estas instalaciones.
Pasamos a continuación a hacer una semblanza de alguno de aquellos puertos que aún hoy siguen existiendo con mayor o menor desarrollo en la Historia.
.....................................Vista general de la Villa de GarachicoQuienes damos vida a escoben.tk, Manuel López, Coral González y Ramiro González, en nuestro entusiasmo por difundir la Historia marítima de Canarias, disfrutamos con cada ola de información que hacemos llegar hasta las costas de internet, sabedores de que al otro lado de nuestra pantalla estás tú, estimado/a lector/a, en el muelle virtual que nos une.
Y para celebrar que habéis visitado nuestra web en más de doscientas mil ocasiones, no podríamos hacerlo de otro modo que enseñando nuestra isla desde sus puertos históricos, unos en activos, otros en desuso aunque testigos de su tiempo. No está en nuestro ánimo abundar en datos técnicos o comerciales, sino en su pasado e influencia en la población, la cual, desde siempre, y en la actualidad, tiene una gran dependencia de sus infraestructuras portuarias.
LOS PUERTOS HISTÓRICOS DE TENERIFE
Hubo un tiempo en que la isla de Tenerife estaba jalonada por sencillos puertos y muelles, algunos de ellos apenas unos modestos atracaderos para las lanchas que traían o llevaban personas y mercancías al buque fondeado un poco más allá, pues lo abrupto de nuestra geografía hacía imposible otra cosa.
Pero debemos empezar por acontecimientos tenidos lugar hace algo más de cinco siglos: durante la Baja Edad Media el comercio experimentó un desarrollo que obligó a abrir rutas diferentes para aquellos mercados que resultaban atractivos a los comerciantes de entonces; las nuevas técnicas de navegación que permitieron irse alejando progresivamente de la vista de la costa ayudaron de un modo definitivo a la expansión tenida lugar en aquellos tiempos.
Aunque conocidas desde la Antigüedad, las Islas Canarias no inspirarían interés hasta el S. XIV. Fue el reino de Castilla el que puso más empeño en su conquista, dejando relegado a Portugal, país que ya había hecho varios intentos, en vano, para conquistar el archipiélago canario. Casi un siglo costó doblegar a la totalidad de los aborígenes de las siete islas.
Castilla fue imponiendo sus normas, hasta que el Archipiélago respondió como una región más del reino. Comenzó así el asentamiento de comerciantes de diferentes procedencias atraídos por el potencial estratégico de las nuevas tierras conquistadas. Empezaron a exportar los productos agrícolas que se generaban en Canarias, fundamentalmente al Mediterráneo. El principal cultivo en aquella primera época fue la caña de azúcar, introducida en el Archipiélago durante la Conquista, al parecer por Pedro de Vera, conquistador de Gran Canaria. A cambio de esta exportación, se traían mercancías manufacturadas (tejidos, hierro, objetos ornamentales…).
La explotación azucarera, muy importante durante la primera mitad del siglo XVI sufrió un declive progresivo durante los siguientes cincuenta años y su lugar fue ocupado por el vino durante los siglos XVII y XVIII. Este producto fue llevado principalmente a Inglaterra, y, con posterioridad, también a América. En este último caso, también abrió el comercio de productos manufacturados extranjeros de contrabando, —en España solo los comerciantes andaluces tenían la autorización para comerciar con las Indias, no sería hasta el siglo XVIII cuando se liberaría el comercio—. Naturalmente, también se desarrolla el comercio interinsular.
Indudablemente, se precisaban barcos para todo este trasiego de mercancías y para las personas que las negociaban, con lo que la aparición de puertos y embarcaderos rodeando las costas canarias se hizo inevitable. En un principio se escogían playas o placeres, de arena o pedregosos, que estuvieran algo abrigados; pero el embarque o desembarque se debía hacer mediante lanchas, pues los barcos tenían que quedar fondeados. Esto era así por la ausencia de bahías con una profundidad óptima, de hecho, solo se contaba con entrantes de dimensiones reducidas lo cual dificultaba enormemente la creación de grandes puertos como los que en esa época funcionaban en el Mediterráneo. Con estas limitaciones se crean algunos puertos en la isla de Tenerife que llegarán a tener gran relevancia, pero condicionados por otro factor: están ubicados al norte de la isla, azotada con frecuencia por temporales de viento y mala mar que entorpecen muchas veces el óptimo desarrollo de estas instalaciones.
Pasamos a continuación a hacer una semblanza de alguno de aquellos puertos que aún hoy siguen existiendo con mayor o menor desarrollo en la Historia.
Comenzaremos por el de Garachico. Esta es una preciosa localidad del norte de Tenerife fundada por un banquero genovés, Cristóbal de Ponte, en 1496 ó 1497 (no existe un acta fundacional que defina la fecha exacta, aunque la Data de otorgamiento es del sábado 1 de julio de 1497). Aprovechando un curioso entrante desde la costa se organizó el puerto, encajado entre el mar y abruptas montañas. Se debía atravesar un estrecho pero no muy incómodo brazo de mar que pocos metros tierra adentro se abría en una bonita rada, conocida como la Caleta del Genovés y que formaba un estupendo puerto natural al abrigo de una orografía muy montañosa, único caso en toda la isla. En el lado oeste se le construyó un sólido muro que hacía las veces de calle y donde los buques operaban directamente. Entró en pugna con el puerto de Santa Cruz —el cual trataremos con posterioridad—, pues ambos competían en cantidad e importancia de las mercancías que entraban y salían—, y Garachico siempre salía airoso aunque el otro, el de Santa Cruz, contaba con las simpatías de las autoridades.
En 1582 San Cristóbal de La Laguna, a la sazón capital de la isla, y Santa Cruz, su puerto, sufren una terrible epidemia de peste; toda la actividad portuaria se traslada a Garachico comenzando así una época dorada que lo convertiría en el puerto más importante, con el atraque incluso de los galeones procedentes de la Flota de Indias. Esto explica la contumaz negativa de los lugareños al regreso del tráfico al puerto de Santa Cruz dos años después, una vez sofocada la epidemia. Y es que, ya consolidadas las operaciones comerciales con América, a aquel puerto garchiquense llegaban mercancías procedentes de las Indias, de África y de Europa al tiempo que salía el azúcar de sus ingenios y su delicioso vino malvasía, generando un ambiente muy cosmopolita con marineros, mercaderes y géneros de las procedencias más curiosas.
Pero, en 1601 la comarca de Garachico también sufrió los estragos de la peste, lo mismo que le ocurriera a la capital, con lo cual se volvieron las tornas. Aún así siguió sobreviviendo, pero, la maldición estaba echada. En 1646 unas fortísimas lluvias en la zona provocaron un aluvión de agua, piedras y lodo de tal magnitud que provocó el hundimiento de cuarenta barcos y cegó parcialmente el puerto, lo que le restó operatividad obligando a languidecer la actividad comercial. Pero la auténtica desgracia llegó el 3 de mayo de 1706 cuando una erupción volcánica hizo correr dos ríos de lava por las vertiginosas laderas de Garachico que arrasó la villa y cubrió de lava el puerto, incluido los barcos que estaban atracados ese día allí. La leyenda cuenta que, bajo los lodos primero y las lavas después, descansan los restos de un galeón cargado de oro del que un día hablaremos.
...................................Puerta de acceso al puerto, hoy tierra adentroEn 1582 San Cristóbal de La Laguna, a la sazón capital de la isla, y Santa Cruz, su puerto, sufren una terrible epidemia de peste; toda la actividad portuaria se traslada a Garachico comenzando así una época dorada que lo convertiría en el puerto más importante, con el atraque incluso de los galeones procedentes de la Flota de Indias. Esto explica la contumaz negativa de los lugareños al regreso del tráfico al puerto de Santa Cruz dos años después, una vez sofocada la epidemia. Y es que, ya consolidadas las operaciones comerciales con América, a aquel puerto garchiquense llegaban mercancías procedentes de las Indias, de África y de Europa al tiempo que salía el azúcar de sus ingenios y su delicioso vino malvasía, generando un ambiente muy cosmopolita con marineros, mercaderes y géneros de las procedencias más curiosas.
Pero, en 1601 la comarca de Garachico también sufrió los estragos de la peste, lo mismo que le ocurriera a la capital, con lo cual se volvieron las tornas. Aún así siguió sobreviviendo, pero, la maldición estaba echada. En 1646 unas fortísimas lluvias en la zona provocaron un aluvión de agua, piedras y lodo de tal magnitud que provocó el hundimiento de cuarenta barcos y cegó parcialmente el puerto, lo que le restó operatividad obligando a languidecer la actividad comercial. Pero la auténtica desgracia llegó el 3 de mayo de 1706 cuando una erupción volcánica hizo correr dos ríos de lava por las vertiginosas laderas de Garachico que arrasó la villa y cubrió de lava el puerto, incluido los barcos que estaban atracados ese día allí. La leyenda cuenta que, bajo los lodos primero y las lavas después, descansan los restos de un galeón cargado de oro del que un día hablaremos.
Se pretendió recuperar el puerto pero la empresa era imposible y, aunque se iniciaron los trabajos, estos quedaron abandonados. La pobreza llegó a tales extremos que la localidad quedó casi despoblada, sus habitantes se vieron obligados a marchar a otros lugares que les garantizaran la supervivencia. Con la desaparición del puerto y de parte de la población de Garachico, el lugar entró en declive. Las importantes familias de mercaderes allí asentadas se trasladaron entonces a La Orotava o San Cristóbal de La Laguna, llevándose consigo la prosperidad que años atrás le dio tan importante brillantez a la Villa y Puerto de Garachico.
.......................................................................Pescante para la carga de barcos fruterosLas coladas de lava destruyeron el puerto, pero ganaron al mar un nuevo territorio: un brazo de lava formó un saliente, al mismo tiempo que un abrigo. Allí se ubicó un modesto puerto de pescadores que, construido en cantería, con el inicio del siglo XX se convirtió en embarcadero para los vapores fruteros y los famosos Correillos. Aunque ha habido diversos intentos por parte de las autoridades para recuperar el famoso e importante puerto de Garachico, hasta el día de hoy no han prosperado. No obstante, es una de las localidades más atractivas de las que podemos presumir en Tenerife, la erupción que trajo destrucción, paradójicamente creó un paraje con unas piscinas naturales de excepcional belleza, y es hoy una de las localidades de obligada visita turística cuando se viaja a nuestra isla.
La desgracia de Garachico supuso el auge de otro puerto, el de La Orotava, distante unos 36 kilómetros del primero.
Después de la conquista de la isla, La Orotava pasó a ser el núcleo poblacional más importante en clara rivalidad con la capital, San Cristóbal de La Laguna. En ambas se establecieron las familias más ricas de la isla. Se eligió como puerto natural de La Orotava una ensenada al abrigo de Punta Brava, al lado de la desembocadura del barranco de San Felipe. La playa se usaba como embarcadero y frente a ella se situó el fondeadero. Le caracterizaba el estar muy alejado de su núcleo poblacional, al igual que muchos otros en todas las islas, la razón es lógica: el archipiélago canario era víctima de constantes ataques piráticos, fundar una población al lado del puerto suponía un error táctico de previsibles y funestas consecuencias. Los canarios tenían sobrada experiencia sobre incursiones tanto de piratas como de corsarios.
La desgracia de Garachico supuso el auge de otro puerto, el de La Orotava, distante unos 36 kilómetros del primero.
Después de la conquista de la isla, La Orotava pasó a ser el núcleo poblacional más importante en clara rivalidad con la capital, San Cristóbal de La Laguna. En ambas se establecieron las familias más ricas de la isla. Se eligió como puerto natural de La Orotava una ensenada al abrigo de Punta Brava, al lado de la desembocadura del barranco de San Felipe. La playa se usaba como embarcadero y frente a ella se situó el fondeadero. Le caracterizaba el estar muy alejado de su núcleo poblacional, al igual que muchos otros en todas las islas, la razón es lógica: el archipiélago canario era víctima de constantes ataques piráticos, fundar una población al lado del puerto suponía un error táctico de previsibles y funestas consecuencias. Los canarios tenían sobrada experiencia sobre incursiones tanto de piratas como de corsarios.
A finales del S. XVI un temporal de agua y viento provocó una enorme crecida del barranco de San Felipe que anegó la rada e inutilizó el puerto parcialmente. En el S. XVII también, y al mismo tiempo, se comenzó a utilizar como puerto comercial otro en la misma zona, un poco más hacia el este, que había sido de pescadores hasta ese momento. Era imprescindible buscar soluciones rápidamente, el gran mercado que generaba la Península Ibérica gracias a su posición privilegiada en el Mediterráneo, así como la enorme riqueza de sus colonias en ultramar eran activos que no se podían desperdiciar.
......................................Bocana del Puerto de la Cruz
En 1826 otro gran aluvión de agua, piedras y lodo cegó por completo el primer puerto, pasando toda la actividad al muelle de pescadores que ya se le empezaba a conocer como Puerto Nuevo en contraposición al otro que pasó a ser llamado Puerto Viejo. No obstante, estaba en la misma zona, la llamada, muy acertadamente, Costa Brava, por las fuertes mareas que con frecuencia castigan aquel litoral.
Este Puerto Nuevo también se ubicó en un pequeño entrante de mar en tierra, pero los temporales habituales dificultaban las maniobras de entrada o salida de los buques, por lo que en 1822, en pleno Trienio Liberal español, se comenzaron unas obras para construir un nuevo muelle compuesto por dique y contradique, curvos ambos para ladear la bocana y de ese modo obstaculizar el paso de las olas.
A estas alturas del calendario este puerto ya había heredado todo el tráfico que antaño albergara el de Garachico y el de La Orotava, pasando a ser el más importante del norte isleño, con la característica especial de que ya no era el puerto de La Orotava por una razón muy sencilla: en 1808, año de constitución de la Junta Suprema de Canarias, se había constituido la población y los aledaños como municipio independiente pasando a llamase Puerto de La Cruz. El controlar su propio destino y la importancia que había alcanzado su puerto hizo que muchas personas principales se avecindaran allí, comenzando una época floreciente para el Puerto de La Cruz.
Pero este puerto también sufrió su ocaso: al pasar de los años los nuevos buques ya no tenían cabida allí, la construcción de carreteras hizo innecesaria la presencia de vapores fruteros o “correos” que conectaran los diversos puntos del litoral tinerfeño y los pescadores acabaron por recuperar su espacio. Esa es la estampa marinera de la que podemos disfrutar hoy, un pequeño y apacible puerto visitado por miles de turistas, pues el declive del puerto coincidió con el auge del lugar como enclave turístico, convirtiendo a la localidad en referente turístico para toda Europa.
....................................El Puerto de la Cruz un día de febreroEste Puerto Nuevo también se ubicó en un pequeño entrante de mar en tierra, pero los temporales habituales dificultaban las maniobras de entrada o salida de los buques, por lo que en 1822, en pleno Trienio Liberal español, se comenzaron unas obras para construir un nuevo muelle compuesto por dique y contradique, curvos ambos para ladear la bocana y de ese modo obstaculizar el paso de las olas.
A estas alturas del calendario este puerto ya había heredado todo el tráfico que antaño albergara el de Garachico y el de La Orotava, pasando a ser el más importante del norte isleño, con la característica especial de que ya no era el puerto de La Orotava por una razón muy sencilla: en 1808, año de constitución de la Junta Suprema de Canarias, se había constituido la población y los aledaños como municipio independiente pasando a llamase Puerto de La Cruz. El controlar su propio destino y la importancia que había alcanzado su puerto hizo que muchas personas principales se avecindaran allí, comenzando una época floreciente para el Puerto de La Cruz.
Pero este puerto también sufrió su ocaso: al pasar de los años los nuevos buques ya no tenían cabida allí, la construcción de carreteras hizo innecesaria la presencia de vapores fruteros o “correos” que conectaran los diversos puntos del litoral tinerfeño y los pescadores acabaron por recuperar su espacio. Esa es la estampa marinera de la que podemos disfrutar hoy, un pequeño y apacible puerto visitado por miles de turistas, pues el declive del puerto coincidió con el auge del lugar como enclave turístico, convirtiendo a la localidad en referente turístico para toda Europa.
En el sur de la isla de Tenerife también surgieron algunos puertos, de entre los que destacaremos el de Los Cristianos, tan en boga actualmente por el constante goteo de la llegada de cayucos con emigrantes subsaharianos.
La primera referencia que de él tenemos data del S. XVI y, como la mayoría, estaba alejado de la población. Fue fundado en una playa de arena con aguas someras abrigada por un gran saliente de roca. Los barcos se veían obligados a fondear, por lo que el trabajo de las lanchas era imprescindible. Este puerto no vivió el trasiego de mercancías procedentes de lejanos lugares, muy al contrario, su existencia la dedicaba al cabotaje y pasajeros que se movían entre las islas, o para trasladarse a otros puntos costeros de la propia isla de Tenerife —las cómodas carreteras de hoy no estaban ni siquiera soñadas en aquel entonces—. Hasta allí llegaban las canastas llenas del producto agrícola y ganadero local para llevarlo a mercados de otros puntos de Tenerife o hacia otras islas y se recibían los productos que llegaban también de otros pueblos canarios.
.........................................Barcos pesqueros en el puerto de Los CristianosLa primera referencia que de él tenemos data del S. XVI y, como la mayoría, estaba alejado de la población. Fue fundado en una playa de arena con aguas someras abrigada por un gran saliente de roca. Los barcos se veían obligados a fondear, por lo que el trabajo de las lanchas era imprescindible. Este puerto no vivió el trasiego de mercancías procedentes de lejanos lugares, muy al contrario, su existencia la dedicaba al cabotaje y pasajeros que se movían entre las islas, o para trasladarse a otros puntos costeros de la propia isla de Tenerife —las cómodas carreteras de hoy no estaban ni siquiera soñadas en aquel entonces—. Hasta allí llegaban las canastas llenas del producto agrícola y ganadero local para llevarlo a mercados de otros puntos de Tenerife o hacia otras islas y se recibían los productos que llegaban también de otros pueblos canarios.
En el S. XIX el puerto de Los Cristianos ya se había convertido en el principal punto de atraque del Sur tinerfeño y en 1909, pese a la crisis existente en España, se obtuvieron los fondos necesarios y se construyó el primer muelle para satisfacer las necesidades creadas, causadas por el desarrollo económico local, al que la ausencia de piratas ayudó mucho. En 1934 se amplió aún más para dar cabida a los cada vez más y mayores buques.
.................................Vista general del puerto y enclave turístico de Los Cristianos
En 1975 se creó una línea marítima para unir San Sebastián de La Gomera con la isla de Tenerife, el punto de salida y llegada a esta última isla sería por cercanía Los Cristianos, por lo que se desarrollaron nuevas reformas de mejora. A día de hoy, es uno de los principales puertos de España en lo que a número de pasajeros se refiere, pues ya no solo une Tenerife con La Gomera, sino también con La Palma y El Hierro. Al ser el sur de Tenerife un enclave turístico de los más importantes de Europa, muchos de nuestros visitantes deciden hacer una escapada a alguna de las islas antes mencionada, siendo La Gomera el caso más claro: se puede ir por la mañana y regresar a última hora de la tarde.
................................................................Puerto de San JuanMuchísimo más modesto es el puerto de Playa San Juan, en el término municipal de Guía de Isora, al oeste de Tenerife. Se trata de una infraestructura que comenzó su existencia por la necesidad de los pescadores de la zona y que, hoy en día, es un precioso puerto, cuya malecón protege una playa muy coqueta con la que linda una plantación platanera, la cual nos recuerda la dedicación, casi exclusiva, a la agricultura de sus esforzados habitantes. Es un superviviente de varios que rodeaban a la isla y sirve de ejemplo para hacernos a la idea de cómo se organizaban los puertos.
......................................................................Puerto de San Juan
En el próximo capítulo nos ocuparemos del puerto de Santa Cruz, el heredero de la brillantez del puerto de Garachico.
© Ramiro y Coral González.
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