domingo, 4 de julio de 2010

OBJETOS SUBMARINOS NO IDENTIFICADOS (OSNIS)

Hoy, en nuestro apartado de Misterios y Leyendas, vamos a abordar un tema que para algunos puede resultar uno de los disparates más descomunales que haya creado la fantasía humana y para otros, sin embargo, podría constituir un enigma fascinante. Al libre albedrío de nuestros lectores, como siempre, lo dejamos.

Entre agosto y septiembre del año 2001, cerca de Pond Inlet, en la isla canadiense de Baffin, sorprendidos testigos observaron con estupor la aparición de extraños objetos que, aunque bajo las aguas, navegaban muy cerca de la superficie. Muchos fueron seducidos por el recuerdo de la obra de Julio Verne “20.000 leguas de viaje submarino”. Los espectadores, sin salir de su asombro, describieron oleajes descomunales y extraños cuerpos en el agua. Durante ese período la ausencia de fauna marina fue notable según los pescadores locales.

No fue un fenómeno único. Años antes, en noviembre de 1973, la tripulación de un transbordador noruego creyó ver un periscopio saliendo del agua cuando navegaban cerca del fiordo Sognefjorden. Otros navíos lo detectaron a través de sus sonares. Se trataba de una enorme mole de índole no biológica. La preocupación por la presencia de tan extraño objeto creció hasta tal punto que se acabaron concentrando en la zona hasta 30 navíos de guerra, así como algunos helicópteros y aviones antisubmarinos de la OTAN, temerosos de que se tratara de un submarino soviético. Se había decidido hacerlo emerger a costa de lo que fuere, así que llegado el momento comenzaron a lanzar cargas de profundidad. Su presencia era innegable, los sistemas de detección así lo confirmaban. Pero en el preciso instante en que comenzó el ataque, los aparatos de a bordo de la flota comenzaron a comportarse de un modo anómalo. Cuando las comunicaciones se restablecieron, el enorme “submarino” había desaparecido de sus pantallas. Lo insólito es que en aguas noruegas, suecas y groenlandesas se han detectado este tipo de fenómenos desde los años cincuenta.

Una década antes del suceso anterior, 1963, en unas maniobras de la Armada norteamericana en aguas de Puerto Rico en las que participaba el portaaviones WASP y cuatro submarinos, fue detectado un objeto que se movía bajo el agua a una velocidad asombrosa. Estuvo presente en las pantallas durante cuatro días y finalmente desapareció sin haber podido ser identificado. En otras ocasiones, las “inexplicables” colisiones y averías sin aparente razón, fueron explicadas con tan poco acierto que sólo se podían sacar dos posibles conclusiones: las autoridades mentían o la calidad de los submarinos y buques involucrados, así como la pericia de sus respectivas tripulaciones era más que deficiente.

Estos y otros “avistamientos” de OSNIs se han repetido durante varios años, concentrándose entre Escandinavia y Canadá en el hemisferio norte, y la costa oriental de América del sur. Siempre en zonas cercanas a los círculo polares. La mayor parte de ellos, y se cuentan por centenares, en fechas posteriores al comienzo de la guerra fría, aunque no olvidemos que hay algunos relatos del S. XIX.

Todo esto ha disparado las elucubraciones, considerando muchos que se trata de submarinos nazis. Ayuda a esta teoría el extraño caso acontecido poco tiempo después de acabada la Segunda Guerra Mundial cuando, el 10 de julio de 1945, apareció repentinamente en el puerto del Mar de la Plata en Argentina, un moderno submarino oceánico de combate alemán de gran autonomía, el U-530, que comunicó su rendición a las autoridades argentinas. Varios fueron los detalles que dejaron a los militares locales estupefactos:

En primer lugar, la extrema juventud de la tripulación; su capitán, Otto Wermouth tenía veinticinco años, y el resto de la dotación apenas había abandonado la adolescencia. También llamó la atención de los inspectores el escaso combustible, que contrastaba con la enorme cantidad de víveres encontrados a bordo, sin embargo no hallaron munición ni las armas asociadas a un buque de aquellas características; parecía más un carguero que un buque de combate. Pero las sorpresas no terminaban ahí, otra mercancía despertó la curiosidad de los oficiales argentinos: si la tripulación no fumaba y la totalidad del submarino era un “espacio libre de humos”, ¿Qué hacían a bordo 540 grandes cajas llenas de cigarrillos?

Más tarde se tuvo conocimiento de que el submarino había salido de Alemania el 19 de febrero de 1945, recalando algunos días después en Noruega desde donde se zarpó rumbo a Dinamarca. De allí arrumbó el 2 de mayo hacia las Islas Canarias, y a partir de aquí ya navegó emergido durante cinco largos meses hasta llegar a aguas argentinas. Su radio fue desconectada, por ello no tuvieron noticia de la rendición. Pero no acabó aquí la sorpresa del Gobierno de Argentina porque semanas después, el 17 de agosto, apareció otro submarino nazi, el U-977, el cual, al igual que el otro y con similar ruta, había navegado en inmersión durante dos meses (utilizando el sistema snorkel) y emergido durante los tres meses siguientes; en este caso había sido capturado por un rastreador de la Armada argentina en una patrulla de rutina.

Luego se supo que el 4 de junio anterior había aparecido otra nave frente a Leixoes en Portugal. En este caso fue una avería en las máquinas lo que provocó su rendición. En los tres casos, los submarinos iban sobrecargados de miembros de la tripulación, todos muy jóvenes y solteros, con grandes cantidades de víveres y cigarrillos y, además, algo muy interesante, la identificación de los submarinos parecía ser falsa: correspondía a submarinos de mayor antigüedad ya retirados por obsoletos y deteriorados.

Muchos concluyeron que se trataba de parte de un convoy con destino desconocido. Pero si estaban en lo cierto nadie lo ha corroborado de un modo oficial, entre otras cosas porque, desde un principio, expertos norteamericanos tomaron el mando del asunto aislando a los tripulantes sin que jamás se supiera de su paradero ni de los interrogatorios a los que seguramente fueron sometidos.

La ausencia de información siempre provoca la aparición de todo tipo de opiniones, unas más acertadas que otras. Una de las especulaciones existentes al respecto es curiosa. Debemos remontarnos al siglo XIX:

En 1873, Alemania inició una entusiasta actividad de exploración de la Antártida organizada por la Deutsch Polarschiffahrtsgessellschaft (Sociedad Alemana de Viajes Polares). Una de ellas fue encabezada por el alemán Eduard Dallmann (1830-1896), quien embarcó en el GRÖNLAND, primer barco de vapor que exploraba tan gélidas latitudes, y descubrió la isla Kaiser Wilkelm además de nuevas regiones y pasos en el helado continente. Durante los sesenta años siguientes, hasta 1933, se organizaron otras ocho expediciones. En 1929, el estadounidense Richard Byrd, (1888-1957), había sobrevolado parte de la Antártida y rodó una película que fue proyectada algunos años después, en noviembre de 1938, en Hamburgo ante ochenta y dos asistentes, de los cuales cincuenta y cuatro eran miembros de la misión Schwabenland. Byrd fue invitado por la Sociedad Alemana de Viajes Navales Polares, organizadora de dicha expedición. El iniciador de este proyecto fue el dirigente nazi Hermann Goering (1893-1946), y por lo tanto, estaba implicada la Luftwaffe alemana, de cuyo cuerpo fue jefe supremo; el mando de la expedición lo ostentaba el capitán Alfred Ritscher (Alemania 1879-1963). Según algunos testigos, en el buque que se usó para este viaje, el SCHWABENLAND, y que fue especialmente adaptado en los astilleros de Hamburgo, habían sido embarcados hidroaviones Dornier “Wale” de 10 toneladas y también se había estibado moderna maquinaria de construcción y tunelación, propia para la realización de “misteriosas” obras de ingeniería. Entre ellas una importante estructura con la que construir una base, a la que bautizarían con el nombre de “Neuberlin”. Eso explicaría porqué en aquel año de 1938 no escatimaron en utilizar un presupuesto de tres millones de marcos de la época para esta expedición y, habida cuenta de que por aquel entonces no existían tratados internacionales sobre el Polo Sur de ninguna índole, Alemania acabó por reclamar, ese mismo año 1938, la soberanía sobre una gran extensión de terreno a la que llamaron Newschwabenland.

Durante la Segunda Guerra Mundial, el almirante Dönitz, jefe de la flota de submarinos, declararía:“la flota alemana de submarinos está orgullosa de haber construido para el Führer, en otra parte del mundo, un Shangri-La, una fortaleza inexpugnable”. A esta sorprendente manifestación, le siguió otra revelación no menos enigmática en 1943: “La flota de submarinos habrá amarrado en algún punto del Polo, en algún lugar paradisíaco”. No especificó dónde. No debemos olvidar que la flota de submarinos alemana era la más perfeccionada del mundo. Existe la sospecha, no infundada, de que construyeron submarinos antisónar, de propulsión electrónica, desmontables, muy veloces, y de gran capacidad para hombres y mercancías. Pero la documentación de la armada submarina nazi referente a la táctica, objetivos, misiones y demás, capturada por los aliados fue catalogada como de alto secreto y no se puede consultar, hecho que no ha sido explicado jamás. Aunque, cuando todo estaba dado ya por perdido se dio orden de destruir la totalidad de los proyectos en curso. Aún así, se rumorea que todos los prototipos y planos de sumergibles que se hallaban en laboratorios secretos fueron embarcados en un submarino que zarpó de Kiel con destino desconocido.

Una vez acabada la guerra, los aliados descubrieron que faltaban unos 100 submarinos del tipo U-2 d (eran desmontables y sus piezas podían ser trasladadas por el U-10, al igual que el U-23, también desmontable), el número de submarinos que pensaban los aliados poseían los alemanes a los que restaron los hundidos, daba una cifra que descuadraba las cuentas, ciento veinte submarinos no aparecían por ningún lado, no constaban como hundidos ni como rendidos a autoridad alguna. Aunque los desmontables U-21 hubieran ido en el interior de otros, ciento veinte eran muchos.

A partir de 1945, han sido avistados en demasiadas ocasiones los que han sido denominados “submarinos fantasmas”. Esto también ha generado diversas conjeturas, como por ejemplo, que fueron usados para evacuar a los alemanes desaparecidos en extrañas circunstancias durante la guerra, que no murieron durante esta, pero que nunca aparecieron.

En el invierno de 1946 tuvo lugar un suceso muy extraño. Una flota estadounidense, bajo el mando del almirante Richard Byrd, comenzó los preparativos de una misión que les hizo arribar al Antártico en febrero de 1947. Oficialmente esta misión había sido organizada para probar equipos militares y tropas en condiciones de máxima dureza, aparentemente para destruir la “base 21” de nacionalidad alemana. Esta misión estaba compuesta por trece buques de superficie, dos lanza hidroplanos, un buque de comunicaciones, el submarino SENNET, y el portaaviones PHILLIPINE SEA, además de un total de 4.200 efectivos. Se tenía la intención de que estas maniobras duraran entre 6 y 8 meses. Sin embargo, el 3 de marzo de 1947 se dieron por finalizadas apresuradamente.

De esta operación solo trascendió a la opinión pública la desaparición de algunos aviones de combate y la baja de varios marines. Que se sepa, nunca se tuvo pública noticia de la existencia de un informe oficial. Aun cuando no debemos eludir la posibilidad de que todo esto se trate solo de un rumor, las únicas declaraciones al respecto se refirieron al entrenamiento de personal militar y pruebas de material en condiciones extremas. Se ha elucubrado incluso con la posibilidad de que fuerzas “misteriosas” repelieran la presencia americana en aquellos hielos. A ello contribuyeron unas declaraciones a la prensa del almirante Byrd en las que aseguraba que podría haber un conflicto bélico en el cual podrían participar unos potentes aviones capaces de volar de Polo a Polo, procedentes de zonas polares, por lo que era necesario vigilar muy de cerca la Antártida. ¿Qué vieron? ¿Por qué dijo eso si luego la misión se consideró secreta (más bien los resultados de la misma)?

Se intentó otra misión en el invierno antártico de 1958. Fueron llevadas armas potentísimas incluso nucleares; de hecho, hubo contaminación radioactiva (¿por qué se corrió ese riesgo, aparte de por ignorancia?). Se lanzaron misiles los días 27 y 30 de agosto y 9 de septiembre, pero no llegaron a tierra, o mejor dicho, al hielo, explotando en el aire. Un año después se dio una explicación un tanto ambigua, según la cual se trató de un experimento científico para comprobar los efectos del pulso electromagnético de las explosiones sobre las telecomunicaciones. Pero en el momento del “experimento” se desconocía si podía o no tener efecto. (Se comprobó ese mismo agosto en otro experimento nuclear. Un avión tuvo un accidente y se dieron cuenta de que tenía efectos, algo ignorado hasta ese momento).

Como se ha expuesto más arriba, la carencia de explicaciones oficiales públicas ha dado fundamento a curiosas suposiciones: una de ellas está inspirada en una extraña teoría al parecer muy apreciada en el entorno nazi, la de la Tierra Hueca. Según esta hipótesis, algunos estaban convencidos de que la Tierra podía estar vacía por dentro y, además con condiciones de habitabilidad, a la cual se accedería por aberturas en los polos. Así planteado, muchos consideran que los ovnis y los osnis son naves de los herederos nazis, y que se podría entrar por los polos al interior del planeta, lo que podría justificar las expediciones del vicealmirante Richard E. Byrd. Pero la literatura nos ha dejado unas cuantas obras de ficción, alguna de ellas anteriores a los nazis, inspiradoras quizás de tan extraordinarias teorías: “Tarzán en el centro de la Tierra” escrita por Edgar Rice Borroughs en 1929, “Viaje al Centro de la Tierra” escrita en 1864 por Julio Verne o “The Coming Race” escrita por lord Edward Bulwer-Lytton en 1871.


Actualmente, existen bases de diferentes países que se encuentran establecidas en las costas antárticas sin adentrarse demasiado, salvo una, en este territorio inhóspito, y hay cosas muy interesantes como la ausencia de mapas cartográficos detallados de determinadas zonas interiores del Polo Sur, además de los severos permisos para efectuar expediciones a esa zona totalmente desmilitarizada…

Verdad o Mentira. Hechos o Noticia. Leyenda o Historia. Fábula o Crónica. Imaginación o Certeza. Fantasía o Realidad… La mente humana es maravillosa.

© Coral González.

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Principal fuente consultada:

"El enigma nazi. El secreto esotérico del III Reich”. Autor: José Lesta. Editorial EDAF. 2003.

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