El 23 de julio de 2009 era un día como otro cualquiera en el puerto de Jakobstad, en el golfo de Botnia, Finlandia. Acababan de concluir los trabajos de estiba de una gran carga de madera en el ARCTIC SEA, matriculado en La Valeta, Malta. Se trataba de un carguero con el puente a popa y una bodega corrida, como tantos otros. Había sido construido en los astilleros Sedef Shipyard de Estambul, Tuquía. Sus 97,80 metros de eslora, 17,33 m. de manga y sus 5,62 m. de calado no lo distinguían de los demás. Estaba propulsado por un motor diesel capaz de conseguir una velocidad de 12,5 nudos. Después de que el capitán comprobase que la estiba estaba completa y en orden (el valor de la carga ascendía a dos millones de euros), y tras replegar las dos enormes grúas amarillas que destacaban en su cubierta, dio orden de soltar amarras para poner proa hacia su próximo destino, Bejaia, Argelia, en el Mediterráneo.
Poco a poco fue desplazando sus 4.000 toneladas por las aguas del Báltico; el amanecer del día siguiente no hacía presagiar nada fuera de lo corriente. Pero algo ocurrió. Y fue en el momento en que, pasando por las cercanías de las islas suecas de Gotland y Öland, se les acercó un bote inflable con unos ocho individuos a bordo. Según las declaraciones que haría con posterioridad la Compañía Solchart Management, firma finlandesa propietaria del ARCTIC SEA, al parecer se presentaron como miembros de la policía sueca antidrogas y como tales subieron a bordo. Siguiendo con esta primera idea, los desconocidos detuvieron a los quince miembros de la tripulación, todos de nacionalidad rusa, utilizando incluso la violencia contra quien se resistiese; registraron el buque y doce horas después teóricamente se marcharon como habían venido, y sin ningún botín.
Tras este inopinado incidente, el ARCTIC SEA continuó su ruta hacia el sur, y el día 28 de julio pasó con total normalidad el estrecho de Dover, entre Francia y el Reino Unido, una de las zonas más y mejor vigiladas del mundo. Mantuvo una breve conversación por radio con los vigilantes costeros británicos quienes en ningún momento detectaron nada anómalo, pudieron incluso haber hablado con un secuestrador, pero no había modo de saberlo. Fue el último contacto que se mantuvo con el carguero. La señal de identificación automática desapareció el 30 de julio después de ser detectado por las radiobalizas de la costa francesa de Brest a la salida del canal de la Mancha, lo que indica que la ruta continuaba rumbo suroeste. Lo único cierto es que el barco no cruzó el Canal de Gibraltar camino del puerto de Bejaia cuando estaba previsto, por ello la Interpol emitió una alerta por secuestro el día 3 de agosto, difundiéndose la noticia a nivel internacional. Evidentemente, no llegó a Argelia el 5 de agosto, día en que se le esperaba. Pese a que, primeramente, se elucubró con la posibilidad de que hubiese naufragado, se consideró con más peso el riesgo de que hubiese sido forzado a adentrarse en el Atlántico como consecuencia de un secuestro.
La naviera Solchart Management, al tanto del asunto, entregó un informe a la embajada rusa en Helsinki sobre la desaparición de su buque y de su tripulación. Sin embargo el gobierno de Moscú no daría aviso a las autoridades de Suecia, en cuyas aguas había tenido lugar el suceso, hasta el 31 de julio, ¡una semana después!, justo el mismo día en que la guardia costera de Portugal afirmó que uno de sus aviones había avistado al ARCTIC SEA cerca de sus aguas. Según se dijo en los medios de comunicación, que en aquellos días saturaban los noticiarios con todo tipo de detalles sobre el supuesto secuestro, el día 3 de agosto la agencia aseguradora del carguero, la Renaissance Insurance Group, habría recibido una llamada relacionada con la desaparición del buque: se pedía un rescate de un millón y medio de euros como condición para no matar a la tripulación y hundir el carguero. Sin embargo, este punto fue desmentido en la vorágine de noticias que se precipitarían desde los medios de comunicación en los días siguientes.
La policía sueca comenzó a investigar y, consecuentemente, medio mundo empezó a especular. Lo que en un principio podía ser un vulgar acto pirático de los tantos que han salpicado la historia humana en la mar, se convertiría en pocas horas en una trama de espías digna de los mejores días de la Guerra Fría.
Y ¿por qué? Pues porque, al parecer a tenor de estos acontecimientos, el presidente ruso Dmitri Medvedev cursó orden ejecutiva a la Marina Rusa de poner todos los medios necesarios, incluidos dos submarinos nucleares, para liberar un buque, por cierto, cargado de madera.
El día 5 de agosto salta a los medios de comunicación la noticia de que submarinos nucleares rusos han estado patrullando cerca de la costa este norteamericana, sin que se pudieran confirmar sus rutas de navegación o sus zonas de patrulla reales.
Y no sería de extrañar si pensásemos en la preocupación de un gobierno por unos compatriotas en dificultades (recordemos que la tripulación era rusa) si no fuese porque…
…Hubo quienes afirmaron que el ARCTIC SEA, a principios de aquel verano, había atracado en Kaliningrado, un puerto ruso ubicado entre Polonia y Lituania. Un puerto que, casualmente, está bajo el punto de mira de las policías internacionales por considerarlo relacionado con el tráfico de drogas, personas o armas. Y es este último punto, las armas, la diana de diversas miradas desconfiadas: la sospecha de la presencia de misiles en las bodegas del ARCTIC SEA aumenta y se argumenta entonces en las presuntas declaraciones de fuentes pertenecientes a distintos servicios secretos, y de hecho, el primer periodista que se hizo eco de esta posibilidad, Mijaíl Voitenko, al parecer decidió ir a pasar una larga temporada a Turquía estimulado por los “consejos” recibidos desde, según él, altas esferas a las que sus artículos habían importunado.
Según esta hipótesis, el ARCTIC SEA habría cargado una cantidad indeterminada de misiles S-300, arma rusa contra aviones de combate. Se trata de un misil de 7,5 metros de longitud y 2.000 kg. de peso capaz de alcanzar una altura de 27.000 metros y un recorrido de hasta 150 km. Estas armas supuestamente habrían sido vendidas por antiguos miembros del ejército ruso a Irán, y el Gobierno israelí temería que fuesen usados en contra de sus Fuerzas Aéreas.
Según los medios de comunicación de aquellos días, el ARCTIC SEA se esfumó, nadie sabía dónde estaba, y la idea de la presencia de piratas en el Atlántico iba creciendo de un modo exponencial, aunque con bastantes detractores, causando la estupefacción de todos, a fin de cuentas no estamos en el siglo XVII; también se contempló la posibilidad de su hundimiento, pero esto era poco probable pues habrían quedado a flote restos fácilmente localizables. Otra opción sería la del robo de la mercancía: según esta hipótesis, por el camino el buque podría haber sido “disfrazado” y llegar a algún puerto sin muchos controles donde descargar la mercancía y venderla al mejor postor. Pero la idea de un cargamento desusado se imponía a todas las demás. Aún así, casi 20 países llegaron a participar en los trabajos de búsqueda del ARCTIC SEA, sin obtener, aparentemente, un resultado concluyente, y haciendo cálculos se llegó, incluso, a barajar la posibilidad de que había sido secuestrado dos veces: una, frente a las costas suecas y la otra, en las cercanías de Portugal.
En el ínterin, salta a la opinión pública el rumor de la existencia de submarinos nucleares rusos en navegación entre los días 3 y 9 de agosto, barriendo con sus radares determinadas áreas del Atlántico tras la pista del ARCTIC SEA apoyados por unidades de superficie de la misma nacionalidad, extremos que la Armada rusa desmentirá pocos días después, culpando a periodistas de hacer públicas informaciones falsas.
Hagamos una pausa en la narración de los hechos para hacer un pequeño recorrido por la historia de este buque. Había sido mandado construir en el año 1990 (aunque algunas fuentes citan el año 1992) por una empresa llamada Golden Bridge Shipping que lo registró en la Unión Soviética. Fue botado en 1992 con el nombre de TORM SENEGAL y se le cambió el registro por otro más conveniente, Malta. Durante los años siguientes fue cambiando de puerto de registro: en 1998 se le cambió la bandera por la de Jamaica, meses después por la de Lituania y allí pasó a llamarse JOGAILA cuando lo compró la Lithuanian Shipping con sede en Klaipeda. Poco después comenzó a gestionarlo otra compañía, la DFDS Lisco; cuatro años después, en 2005, pasó a ser propiedad de la Artic Sea Ltd., con sede en Malta, volviendo a tener esta bandera, y siendo rebautizado como ARCTIC SEA, pasando a ser operado por la Aquaship Ltd, una empresa de Letonia que se lo cedería en 2008 a la finlandesa Solchart Management AB, naviera para la que operaba el carguero en el momento de la desaparición. Con este malhadado curriculum, una mente calenturienta cualquiera podría pensar que los “piratas-secuestradores” se encontraban como en casa.
Volvamos al relato. El 14 de agosto el Gobierno de Cabo Verde afirmó que el ARCTIC SEA ha sido avistado a 400 millas al norte del archipiélago, aunque ese mismo día, un portavoz de la OTAN declaró que no se podía revelar la ubicación del carguero por cuestiones de seguridad. Ese mismo día se anuncia en los medios de comunicación que la Armada rusa confirma que se ha comisionado unidades submarinas y de superficie así como aviones específicamente equipados con tecnología de última generación para la búsqueda del carguero desaparecido.
El 15 de agosto la policía finlandesa confiesa que se había pedido un rescate por el barco pero no se había hecho público por preservar la vida de los rehenes. Sin embargo, la empresa propietaria negó este punto; no obstante, la agencia de seguros que llevaba los asuntos del ARCTIC SEA afirmó posteriormente que el 3 de agosto había recibido una llamada exigiendo 1,5 millones de euros a cambio de la vida de la tripulación y, mientras tanto, responsables rusos desmienten con vehemencia las informaciones aparecidas en determinados medios de comunicación y en Internet…
Definitivamente, un caos informativo.
Al día siguiente, el buque antisubmarino ruso LADNII (Ладный) finalmente localiza al ARCTIC SEA, marcando su posición cerca de Cabo Verde.
El 17 de agosto, el ARCTIC SEA fue abordado limpiamente y sin disparos por fuerzas especiales de la Armada rusa a 340 millas de Cabo Verde, muy lejos del destino original programado en el carguero. Toda la tripulación fue trasladada, según unas fuentes a un submarino y según otras a la fragata LADNII, para ser interrogados y, el día siguiente, el Gobierno ruso anunció que habían sido detenidos ocho piratas. Dos semanas tardó el servicio secreto ruso en interrogar a la tripulación demostrando un concienzudo trabajo dedicando casi un día a cada tripulante. Transcurrido ese tiempo fueron puestos en libertad.
Los piratas detenidos, que resultaron ser 4 estonios, 2 rusos y 2 letones, según las autoridades rusas serían juzgados por un tribunal en Moscú, lo cual desató las dudas de los más suspicaces: ¿Por qué tienen que ser juzgados en Rusia unos piratas que abordan en aguas europeas a un barco con bandera de Malta y son detenidos en Cabo Verde? Curioso.
Desde el final de la operación, Rusia impuso un bloqueo informativo por cuestiones de seguridad. Tal es así, que una semana después de puestos en libertad, los miembros de la tripulación aún no tenían autorización siquiera para hablar con sus familiares. El capitán y tres tripulantes pudieron seguir a bordo del buque para reanudar su viaje a Argelia, aunque sin poder contactar con nadie.
Sin embargo, la prensa se hizo eco de otra circunstancia que contradice lo anterior. En la primera quincena de septiembre se publicó que el ARCTIC SEA sería entregado a las autoridades de Malta por tener esta bandera. La entrega tendría lugar en el Puerto de la Luz y de Las Palmas de la isla canaria de Gran Canaria, donde se aconsejaba atracar debido a las “malas condiciones de navegabilidad” y a donde llegaría escoltado por la corbeta LADNII, y después de que un “equipo de criminalistas rusos y de miembros del Comité de Investigación de la Fiscalía” terminaran los trabajos de investigación. Y esto después que Moscú hubiese informado de que el carguero sería llevado a la base naval rusa de Novorossiisk del Mar Negro. Realmente, el ARCTIC SEA llegó a estar a unas 15 millas de Gran Canaria, y de hecho, la Autoridad Portuaria informó de que ya se contaba con los permisos tanto del Ministerio de Asuntos Exteriores como del de Defensa, y se esperaba su llegada hacia las 10:00 horas del día 16 de septiembre para su atraque en el Muelle “Primo de Rivera”, donde ya se había acotado una zona de seguridad; la fragata y el remolcador que lo acompañaban amarrarían en la Base Naval que la Armada Española ocupa en ese mismo puerto. Sólo faltaba el correspondiente permiso de las autoridades marítimas para poder entrar en puerto, un mero trámite administrativo. Trámite administrativo que, finalmente, no fue verificado y se ignoran las razones.
El apagón informativo solo ha servido para atizar el fuego de las especulaciones, o sospechas, según se mire.
Así es como ha crecido la hipótesis de que un determinado servicio secreto, según émulos de “Garganta Profunda”, habría tenido noticias de la carga de misiles en el ARCTIC SEA y lo habría puesto en conocimiento del Kremlin, lo cual hubiera dejado en evidencia al gobierno ruso, el cual, si los misiles hubieran llegado a Irán no podría justificarse ante el mundo, y por otro lado, se confirmaría un gravísimo problema de seguridad interior. Ello explicaría el operativo activado por Rusia y la pasividad de las autoridades de todos los países frente a cuyas costas pasó el ARCTIC SEA, es decir, los países nórdicos, Reino Unido, Francia, Portugal o España.
Incluso se ha sospechado que la maniobra de secuestro fue urdida por un potente servicio secreto para que las autoridades rusas no tuvieran más remedio que actuar para abortar una operación que hubiese dejado su credibilidad internacional bajo mínimos. En cualquier caso, a la vista de los sucesos, no resulta fácil explicar la razón del despliegue de un operativo naval tan impresionante para liberar a un buque simplemente cargado de madera.
El Gobierno de Moscú transmitió, lo que podemos considerar, su versión oficial. Según esto: “los ocho piratas abordaron el ARCTIC SEA en el mar Báltico con la excusa de que su lancha inflable mostraba algún tipo de avería, y a continuación se apoderaron del barco a punta de pistola”, esto contradice la primera versión sobre policías ficticios. A continuación desconectaron los sistemas de navegación tras poner rumbo a algún punto del África atlántica, todos ellos pertenecían al crimen ruso organizado. El portavoz ruso reconoció que las autoridades tuvieron conocimiento en todo momento de la localización del barco pero, por razones de seguridad, no se hizo público. Según el ministro Serdiukov los piratas fueron reducidos sin hacer uso de las armas de fuego y detenidos; afirmó también algo un tanto sorprendente: el ARCTIC SEA “no había sido secuestrado”. El examen preliminar de los investigadores que subieron al buque constató que la carga de madera estaba intacta y no había rastro de radiación a bordo; se repetía que en sus bodegas ni había ni había habido ningún tipo de misil. El Gobierno ruso hizo la firme promesa de que, una vez terminadas las pesquisas, se informaría sobre el suceso con absoluta transparencia para borrar cualquier suspicacia que hubiese suscitado el asunto.
Como partidarios que somos de la diplomacia, aceptamos la versión oficial, pero reconocemos que es muy decepcionante. ¿Sabremos alguna vez lo que realmente sucedió?... La respuesta está escrita en las olas, solo hace falta que alguien tenga la osadía de plantear las preguntas correctas.
Lo único cierto y verdad es que, en el período comprendido entre el 28 de julio y el 17 de agosto de 2009 se escribió sobre el mar un magnífico guión cinematográfico.
© Coral y Ramiro González
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Principales fuentes digitales consultadas:
Diario el País - http://www.elpais.com/
Diario el Mundo - http://www.elmundo.es/
Diario ABC - http://www.abc.es/
Diario La Opinión - http://www.laopinion.es/
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