Antiguamente era costumbre que las gentes de la mar atribuyeran a las embarcaciones características propias de los seres vivos. Así considerados, algunos barcos eran incluso capaces de traer mala o buena fortuna a todo aquel que se relacionase con él. Por ello, los marineros que podían elegir el barco en el que enrolarse, evitaban en lo posible formar parte de las tripulaciones de aquellos navíos que estuviesen rodeados de una aureola de mala suerte, ya fuese leyenda o estuviese fehacientemente constatada.
En muchos de los casos de siniestros a bordo, normalmente la culpa o la responsabilidad última recaía sobre el capitán cuando no sobre el barco mismo. Pero a lo largo de la Historia, ha venido a demostrarse en múltiples ocasiones que con una ineficaz tripulación a su cargo, difícilmente un buen capitán podría resolver las situaciones críticas que acontecen durante una navegación, dando como resultado desenlaces tristemente recordados. Por eso era de la máxima importancia que fuesen los capitanes quienes eligiesen personalmente su tripulación, cosa que no siempre era posible.
Dentro de la larga relación de barcos que a través del tiempo han sido tildados de malditos, desafortunados o cuando menos envueltos en enigmáticas leyendas, algunas de cuyas historias iremos desgranando en esta sección de la revista "Escobén", podríamos recordar al ALGOL (no confundir con el USNS ALGOL o con el USS ALGOL) un barco de nacionalidad sueca, del cual se decía que cada cinco años, siempre coincidiendo con un 25 de octubre, sufría la pérdida de un miembro de la tripulación de 25 años de edad en medio de alguna borrasca. Estos luctuosos sucesos, tan precisos en su periodicidad y circunstancias, eran atribuidos sin dudarlo al nombre del navío, que aunque tomado de la estrella Algol de la constelación de Perseo, es de destacar que debido a sus variaciones notables de brillo (pasa de magnitud 2,3 a 3,5), esta estrella recibió de los árabes el nombre de "al-ghul" (traducido como "Estrella del Diablo"), aunque su nombre científico es "ß Perseii".
Otro de los barcos señalados por la Historia como barco maldito fue la GRACE HARWAR, un enorme velero de carga con casco de acero construido en el año 1889 por Wm. Hamilton & Cia que, al igual que otros muchos como la PAMIR o la PASSAT, doblaron en múltiples ocasiones el siempre temido Cabo de Hornos al encuentro de los puertos chilenos de Valparaíso o Talcahuano, y que fuera en su momento propiedad del naviero Gustav Erikson (Flota Erikson). Sometidos al capricho de los vientos y de las corrientes, las navegaciones transoceánicas de estas fragatas-barcas se hacían casi siempre en difíciles condiciones de mar. Corría el rumor de que en la GRACE HARWAR moría un tripulante en cada viaje, ya fuera arrojado al mar por un golpe de ola, o por la caída de alguna pieza de la arboladura o del aparejo, aplastado en la bodega por algún bulto mal estibado o muerto por alguna enfermedad...
De entre los barcos más recordados por su siniestra historia, quizá uno de los más célebres sea el ORTIGIA, un vapor de 1.870 toneladas, botado en Livorno (a orillas del Mar Tirreno) en el año 1873, adquirido por la Compañía Florio en 1881 (*), y redenominado como ADRIA en 1.895. Ya desde sus primeras navegaciones se reveló como un barco peligroso para las naves que se cruzaban con él. Durante sus maniobras portuarias, a menudo y sin razón aparente, embestía contra otras embarcaciones, o se golpeaba contra el muelle, o abordaba a otros navíos anclados. A primera vista podría parecer que su deficiente tripulación o su inepto capitán eran los responsables de tanto desastre, pero lo cierto es que aunque los armadores del ORTIGIA destituyeran fulminantemente a su capitán o sustituyeran a los miembros de la tripulación, los accidentes no cesaban.
De entre los siniestros de mayor envergadura protagonizados por el ORTIGIA destaca el acaecido el 24 de noviembre de 1880, cuando navegaba tranquilamente frente a las costas de La Spezia en el Mar de Liguria. A las tres de la madrugada abordó violentamente al ONCLE JOSEPH, un barco de pasaje francés de la Compañía Valery & Filles, que se dirigía a la costa francesa con emigrantes de Calabria. El ONCLE JOSEPH tardó pocos minutos en irse a pique, falleciendo en el siniestro 249 personas. A partir de este momento el ORTIGIA empezaría a ganarse la reputación de "barco asesino".
Con el tiempo esta macabra fama no haría sino acrecentarse. En el año 1885 fue protagonista de otra grave colisión, abordando al buque francés MARTIGNAN, y en la que murieron 12 personas. Tras este suceso, tanto el capitán como la tripulación entera fueron sustituidos.
Durante los cinco años siguientes no hubo en el ORTIGIA ningún suceso digno de ser destacado. Pero cuando parecía que su mala suerte comenzaba a diluirse en el tiempo, en 1890 colisiona con un navío de nacionalidad noruega, falleciendo 5 personas.
Todo esto provocaba que en alguno de los puertos de destino algún tripulante desembarcara convencido de la maldición del barco. Y aunque los marineros en tierra desaconsejaban el embarque a quienes le preguntasen por el ORTIGIA, la oportunidad de percibir un salario aceptable no podía ser desechada por mucha mala estrella que tuviese el barco.
Después de este suceso, transcurrieron otros cinco años sin incidentes destacables. Sin embargo, la historia volvería a repetirse: En la noche del 21 de julio de 1895 el destino, la casualidad o la negligencia volvieron a tomar el timón: el ORTIGIA navegaba frente a La Spezia cuando a las 0 horas 15 minutos, y en medio de una noche clara y despejada, colisionó de manera inexplicable con el pequeño barco de pasaje italiano MARIA P., que tardaría casi tres minutos en irse a pique. Aunque en el ORTIGIA rápidamente fueron arriados varios botes salvavidas para auxiliar al pasaje del MARIA P., los supervivientes fueron testigos de la desaparición bajo las aguas de 144 personas.
Tras este incidente, no se tiene conocimiento de ningún otro suceso destacable, aunque ya para siempre el ORTIGIA sería recordado como "la nave maledetta" (la nave maldita).
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(*) En el año 1881, I & V. Florio de Palermo y R. Rubattino de Génova, se habían unido para formar la Navegazione Generale Italiana.
© Coral y Ramiro González.
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